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I. Sangre.



Silencio

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Silencio.

—¡Kian!

Silencio.

—¡Kian!

Silencio.

—¡Ayúdame, Kian!

Sangre, el piso entero está cubierto en sangre, y veo el cuerpo sin vida de mi madre en medio del cuarto vacío en el que me encuentro.

—¡Mamá! —Grito desesperado, pero ya no hay nada que pueda hacer, ella está muerta.

Abro los ojos sentándome de golpe en la cama, mi respiración es inestable y me encuentro cubierto de sudor, puedo sentir perfectamente como las gotas recorren centímetros de mi piel a la vez que mi corazón late de manera frenética.

Luego de unos instantes me tranquilizo, había sido solo una pesadilla más, las mismas que no me dejaban desde niño.

Estaba totalmente oscuro, por lo que me estiré para encender la lámpara que se hallaba sobre la mesita de noche junto a mi cama, y al tiempo que lo hacía, un relámpago iluminaba la habitación por milésimas de segundos, encendí la luz mirando directamente hacia el ventanal con las cortinas corridas que daba al balcón, me percaté del cristal siendo golpeado por gotas de agua, no me sorprendió que estuviera lloviendo, el clima había estado con condiciones similares desde hace una semana.

Removí la sábana que cubría mi casi cuerpo al desnudo, miré la hora percatándome de que eran las cuatro de la mañana, pero sin importarme el horario fui directamente al baño para ducharme.

Aproximadamente diez minutos después salía para vestirme con ropa deportiva negra, no me era sensato ponerme un traje tan temprano, teniendo en cuenta que mis primeras horas despierto las pasaba haciendo ejercicio.

Salí de mi habitación y lo primero que hice fue dirigir mis pasos hacia la cocina, en el transcurso de mi camino me topé con algunos guardias a los cuales ignoré, me parecían más unas estatuas que personas.

Esperé encontrarme con la cocina casi a oscuras, pero para mi sorpresa se hallaba totalmente iluminada y una figura femenina se hallaba sentada sobre la barra central, dándome la espalda.

—¿Tú tampoco puedes dormir? —Hablé con familiaridad, sabía que era Dione.

La observé sobresaltarse siendo seguido el ruido de el impacto que una taza hizo al romperse  en el suelo. Dione suspiró y de un brinco bajó de la barra, me acerqué solo para ver como recogía los pedazos mayores. —Me asustaste. —Susurró incorporándose, se alejó de mí para ir a tirar en la basura los pedazos de la taza de porcelana, que, afortunadamente, estaba ya vacía.

H A I L  |K.M.|  #4 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora