VI

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VI. "Ten Cuidado"







Sus ojos azules me miran con la misma curiosidad con la que yo lo miraba.

Lo escaneo deliberadamente, algo en él me resultaba familiar, y no eran necesariamente sus ojos. Era como si lo conociera de otro lugar, de otra vida.

Voy directamente hacia él, no iba a quedarme con la duda sobre su identidad. Al llegar frente a él, noto como hace una rápida reverencia, él sabía quién era yo, y me sentí en desventaja, lo cual odiaba.

—¿Quién eres tú? —Cuestioné sin rodeos.

Analicé al individuo, era casi tan alto como yo, no había mucha diferencia, sobraba hablar de sus ojos, su cabello era negro y lacio, ligeramente largo. La sensación de que lo conocía seguía latiente.

—Soy Alrik Bernadotte, Duque de Suecia, su majestad. —Se presentó estirando su mano, la cual acepté.

Conocía a las familias reales de todos los reinos con los que teníamos tratados, al ser Suecia uno de ellos, conocía a su familia por su apellido, pero nunca los había tratado en persona.

—¿Te conozco de algún lugar? —Indagué queriendo arrancar la duda de mi cabeza.

—Lo dudo, alteza. No soy de asistir a este tipo de eventos, pero me vi en la obligación de asistir en representación de mi padre. —Explicó y yo asentí.

No tenía nada más que decir, sin duda cuando regresara a Dinamarca lo iba a investigar porque ya estaba odiando este sentimiento.

Iba a despedirme cuando una mujer se acercó al duque; era bonita, de figura estilizada y rostro con facciones tímidas, sus cabellos largos y negros caían sobre sus hombros desnudos pálidos, y sus ojos como el humo le daban el toque de una figura mística, casi divina. Como una estatuilla de porcelana frágil al tacto.

Era educación que me la presentara. —Majestad, le presento a mi prometida, Eris Westling.

Lo primero que captó mi atención fue el anuncio de su compromiso, ambos debían tener mi edad, naturalmente eran muy jóvenes para contraer matrimonio, o al menos así lo veía yo, pero una vez más, esto era común en las familias cercanas a la corona, agradecía a mi padre que jamás nos obligaría a casarnos a no ser que así lo quisiéramos. Lo segundo que captó mi atención fue el apellido, sin duda también venía de una buena familia.

Tomé su mano y la besé mientras ella hacía una reverencia, todo de manera cordial, decidiendo ahorrarme un comentario sobre la historia de su nombre.

—Si me disculpan, tengo que buscar a mi hermana. Hasta luego. —Y con ese pretexto me alejé, no tenía intención de quedarme y entablar una conversación con ellos.

Vagué entre los invitados, saludando a algunos e ignorando a otros. Volví a considerar la opción de retirarme, pero fue cuando me topé con Dione.

—¡Vamos a bailar, hermanito! —Me dijo energética tomándome del brazo.

Me solté con brusquedad. —Para eso está Landon o Dion.

Dione refunfuñó. —Dion está bailando con Alyssa, y le estoy aplicando la ley de hielo a Landon, así que tú eres mi última opción.

—Me niego a hacerlo. —Sentencié intentando alejarme de ella.

Pero Dione está loca, y terminó colgándose de mi brazo. —No te voy a soltar hasta que bailes conmigo, es una promesa, Kian. Solo tienes dos opciones hermanito; o bailas conmigo o me arrastras por todo el castillo.

H A I L  |K.M.|  #4 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora