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Maratón: 1/3



XXXIV. Voor de Tragedie.




Un embarazo.

Lo que menos quería Eris era un embarazo.

Es por eso que siempre le exigía a Alrik usar protección, desde sus 17 años (que fue cuando inició su vida sexual), nunca, ni una sola vez le había permitido a Alrik que no usara condón. Sin embargo, cuando se le atrasó su periodo a los 19 años y tuvo un susto de embarazo (sabía que no todos los métodos anticonceptivos eran 100% seguros), se dijo así misma que lo mejor sería que ella se cuidara por su propia parte y no depender de Alrik, ¿qué pasaba si alguna noche ambos se emborrachaban y olvidaban usar condón? No iba a arriesgarse, así que empezó a tomar las pastillas anticonceptivas, pero aún así, seguía pidiéndole a Alrik usar condón.

Eris se sentó en la cama de la recámara que usaba en Dinamarca, eran las seis de la mañana y después de lo que había pasado con Kian apenas y pudo dormir dándole vueltas a aquellos actos. No tenía miedo por un embarazo, es decir, ella se cuidaba, tampoco tenía miedo de Kian o de lo que era capaz de hacer. Lo que más le perturbaba era lo que ella tendría que hacer...

Unos suaves golpes en la puerta la hicieron enarcar su ceja. Eran golpes apenas audibles, si hubiese estado dormida no los habría escuchado, así que entendió que la persona del otro lado quería saber si estaba despierta o no.

Se levantó de la cama adivinando de quién se trataba, abrió la puerta y se encontró a Kian. Se hizo a un lado para dejarlo pasar y después cerró la puerta. Con seguro.

Kian la repasó por un momento; seguía con el mismo camisón rosa, su cabello suelto y más revuelto, iba descalza, y hasta ese momento notó el barniz color rosa pálido que ella usaba en las uñas de sus pies. Por su parte, Eris también repasó al príncipe. Se había cambiado los pantalones grises y playera blanca de dormir. El príncipe ya iba de pantalón negro y camisa gris claro de botones.

Kian se aclaró la garganta antes de revelar el motivo por el que estaba ahí: —Ayer nos dejamos llevar por la situación y no nos protegimos. No quería ser grosero y traerte la pastilla para obligarte a tomarla, pero tampoco quería desentenderme de la obligación que tenía -tengo- contigo. Así que decidí que lo mejor sería venir para que ambos lo habláramos y me dijeras que es lo que quieres hacer.

Y si, aquel príncipe frío, serio... asesino, se había tomado la molestia de venir a hablar con ella sobre aquel asunto. Eris sonrió y Kian continuó mirándola con seriedad, ¿por qué mierda sonreía Eris?

—Hablas como si dieras por hecho que me embarazaste. —La diosa de la discordia comentó. —Descuida, que tomo pastillas anticonceptivas. ¿Realmente creías que me iba a involucrar sexualmente contigo y correr el riesgo de un embarazo? Podrás ser un príncipe, pero yo no quiero tus hijos. —(Ni los de nadie) quiso agregar.

Kian asintió sin importarle realmente. Él tampoco quería hijos. —También quería comentarte que estoy limpio, un embarazo no es lo único que debería preocuparnos. —Agregó el príncipe.

—Yo también lo estoy. —Respondió comprendiendo y Kian volvió a asentir. —¿Eso era todo lo que querías? —Inquirió cuando el heredero no dijo nada más.

Ante esas palabras Kian la volvió a repasar, sólo que de una manera diferente. Y a pesar de que el deseo comenzaba a formarse en él se obligó a volver a asentir.

—Eso era todo. —Dijo, pero Eris había notado la manera en la que él la miró.

—Bien. —Habló acercándose, pero no a él, a la cama. —Cierra la puerta con seguro cuando salgas.

Pero ahora, ahora Kian había notado la manera en la que ella lo miró.

Con cautela se acercó a la cama donde ella ya se había sentado. Se inclinó para besarla, y después de quitarle la ropa, siguió bajando sus besos.

///

Eris desabotonó la camisa de Kian, y después siguió con el pantalón. Y cuando el príncipe quedó desnudo frente a ella, se dijo que bajo la luz, el único que parecía verdaderamente un dios, era él.

///

⚔️⚜️⚔️

El baile de invierno se llevaría a cabo ese mismo día, Viernes.

⚔️⚜️⚔️

Kian apareció en el comedor donde únicamente los mellizos se encontraban. Normalmente desayunaban todos juntos, pero algunas veces, como los días de algún evento no lo hacían, pues siempre tenían cosas que hacer por separado.

El mayor de los hermanos -que ya traía otra ropa y lucía recién bañado- tan sólo se acercó a la melliza y besó su cabeza para luego ir a sentarse a su lugar habitual.

Ya había comida servida, y siendo honestos sentía mucha hambre, por lo que sin siquiera pensarlo empezó a servirse mucha, mucha comida.

Dion miró a su hermano mayor dándose cuenta que hoy lucía extraño. Y también recordó los días anteriores, y se preguntó si sus pesadillas habían regresado.

—¿Kian? —Lo llamó y este, que había mordido un pan lo miró y esperó a masticar para poder responder mientras que Dione miró atenta a su mellizo.

—¿Qué? ¿Te pasa algo? —Preguntó sintiendo como hasta el apetito se le quitaba. Su atención y preocupación se centró en su hermano.

—No, a mi no me pasa nada. —Se apresuró a decir Dion, no había sido su intención preocuparlos. —¿Pero qué hay de ti? ¿Tus pesadillas regresaron? —Inquirió y Kian se adelantó a mentir.

—No, he estado bien. —Dijo, y prefería mentirle, porque si le contaba la verdad (aunque solo había sido un episodio) Dion se iba a preocupar y puede que las pesadillas de él también pudieran regresar, y Kian podría soportar todo, pero odiaba saber que Dion sentía lo mismo que él, y le daba tanta impotencia saber que no había nada que pudiera hacer para ayudarlo.

Dion no le creyó del todo, aunque quizá podría ser que su hermano sólo estaba estresado por todo lo que estaba pasando actualmente. Si bien las cosas se habían tranquilizado un poco, Kian aún cargaba con la responsabilidad y la promesa de solucionar todo por Dion.

Dione se remojó los labios, ella bien sabía que su hermano mayor mentía, pero al igual que él, le preocupaba más Dion.

Y la conversación sobre el tema de las pesadillas terminó ahí.

—Recuerden que nuestros primos vendrán a Dinamarca. Quiero que todos estén atentos y no bajen la guardia, no sabemos lo que vamos a provocar, pero por favor, si tienen que elegir entre salvarse ustedes mismo y salvar a otra persona; sálvense ustedes. —Kian le dijo a sus hermanos.

Y Dion respondió; —¿Qué hay de ti? ¿Eso también aplica para ti?

Kian guardó silencio por unos largos segundos.

—¿Qué sentido tendría salvarme a mi mismo si ustedes perecen? Sería en vano, porque yo sin ustedes no soy nada.

Y el rey de Dinamarca que iba entrando al comedor se detuvo abruptamente al escuchar las palabras de su primogénito.

Él ya conocía esa historia, y también sabía cómo terminaba.

Y el rey fue y se sentó junto a sus hijos sin decir una sola palabra. Minutos después también llegaron Alrik y Eris, y solo entonces una nueva conversación fluyó.


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H A I L  |K.M.|  #4 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora