XXXI

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XXXI. Deidades y Majestades.



Aún en ropa de dormir me escabullo entre los pasillos con la intención de llegar a mi recámara para cambiarme, sin embargo, a mitad del trayecto escucho ladridos junto al ruido de pequeñas patitas coordinándose para correr de manera energética hacia mi.

Ritter aparece frente a mi y yo me pongo en cuclillas para poder recibirlo, este empieza a lamer mi cara mientras emite pequeños chillidos, sus patas delanteras se recargan en mi pecho y trata de brincar. Y si bien es tierno y siempre se alegra de verme, su comportamiento es más nervioso que alegre. Lo tomo en mis brazos y lo abrazo, el cachorro parte lobo recarga su cabeza en mi hombro izquierdo, casi como si me abrazara y finalmente se queda quieto a lo que yo acaricio su lomo tupido por pelaje oscuro.

—Estoy bien, perdón por no irte a buscar a la misma hora de siempre. —Dije e hizo un ruidito semejante a un estornudo.

Ya iba para los cinco meses, por lo que su tamaño había aumentado aunque no en una manera exagerada, aún seguía siendo "pequeño", pero cada vez se sentía más -mucho más- pesado.

Lo volví a bajar para así continuar con mi trayecto a mi recámara, Ritter se mantuvo a mi lado hasta que llegamos al pasillo donde estaba mi habitación, me apresuré y me adentré en está dejando que mi cachorro también se adentrara, este inmediatamente brincó a la cama con toda la intención de echarse a dormir. "Definitivamente es como un jodido oso invernando." Pensé viéndolo acurrucarse.

Sin más distracciones me metí al cuarto de baño para ducharme, al terminar lavé mis dientes y procedí a vestirme con un pantalón de tela negra junto a una camisa de manga larga color vino. Contemplé un momento mi reflejo, mis ojos lucían ligeramente rojos e hinchados, afortunadamente las ojeras no estaban tan marcadas. Lo único que me inquietaba de mi apariencia era preocupar más a mi padre y que Dion lo notara, pues este último presentaba casi los mismos problemas que yo.

Cuando me encuentro listo, llamo a Ritter para que ambos salgamos de la recámara. El cachorro me sigue mientras deambulo por los pasillos con la intención de buscar a mi padre, pero antes de que fuera a su despacho me encuentro a Enzo, quien hace una reverencia frente a mi.

—¿Y mis invitados? —Le pregunto deteniéndome.

—En el jardín junto a los príncipes, su alteza. —Respondió mientras Ritter se le acercaba con la intención de jugar, Enzo apenas y lo miró, pero así era Enzo, bastante profesional. —Y el rey salió en la mañana, no dijo a dónde iría, tampoco cuando regresaría. —Agregó como si ya supiera lo siguiente que le iba a preguntar.

—¿Podrías por favor pedir que me hagan el desayuno? En un momento voy al comedor. —Pedí y él asintió. —Muchas gracias, Enzo.

—Con su permiso, príncipe Kian. —Se despidió antes de alejarse.

Sabiendo que mi padre no estaba en el castillo fui directo al jardín. Hacía bastante frío a decir verdad, y yo que no llevaba un abrigo lo resentí de inmediato. El aire golpeaba mis mejillas, un escalofrío recorrió mi cuerpo, sin embargo traté de ignorarlo, este clima no era nada nuevo para mi.

Visualicé a mis hermanos y a mis invitados sentados en una de las mesas del jardín, noté que bebían algún tipo de bebida caliente, mas no era té, pues no había tetera ni vasos de porcelana, probablemente era chocolate caliente.

Pronto estuve lo suficientemente cerca como para que Dion me notara, él fue el primero en hacerlo.

—Buenas tardes. —Saludé ya que recién habían dado las doce del mediodía.

H A I L  |K.M.|  #4 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora