XVIII

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XVIII. Principito.


 Principito

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Kian

—¿Qué le dijiste a Dione? —Cuestioné mirando a Emma sentada frente a el escritorio en mi despacho.

—Parte de lo que te dije a ti, no sabía si tú querías que ella se enterara de todo. —Respondió mirándome con atención, y yo me sentí satisfecho con ella y su 'lealtad'.

—Hiciste lo correcto, no quiero que le cuentes a nadie lo que me dijiste a mi, ¿de acuerdo? —Emma me miró intrigada.

—¿Y si tu padre me pregunta algo? Él es el rey. —Declaró y yo apreté el puente de mi nariz, no estaba frustrado con ella, estaba frustrado con la situación en general.

—Mi padre no tiene motivo alguno para hablarte a ti, y aún si lo tuviera, no lo va a hacer. —Le hice saber omitiendo que el rey estaba muy ocupado cuidando a Dion como para pensar en otra cosa.

—Está bien, no diré nada a nadie. —Concluyó y yo asentí.

Ambos nos quedamos en silencio, limitándonos a mirarnos, y mientras sus ojos marrones me miraban con ilusión, pensé que si tan solo yo sintiera algo más que una simple atracción por ella, Emma podría ser una buena reina, mi reina. En realidad era perfecta, una duquesa de buena familia, inteligente, leal a lo que cree, bonita y no era interesada. Ella me quería por simplemente ser "Kian", no por ser un príncipe heredero al trono. Y a pesar de que ella era el camino fácil, la opción segura, no la iba a tomar, porque una parte en mi, la parte sentimental que tanto me empeñaba en ocultar; esa parte de mi quería casarse con alguien a quien yo amara. Algo como en la manera en la que mi madre amó a mi padre.

Y si bien ese era un tema de importancia en mi vida, en este momento había algo aún más importante; hacer pagar a quienes hicieron daño a Dion. Alejé todos esos pensamientos que rondaban en mi cabeza y suspiré.

—Gracias por todo, Emma. —Dije con sinceridad rompiendo el silencio. Tampoco podía ser brusco o grosero con ella, pues me convenía tenerla de mi lado. —Puedes retirarte.

Sus ojos marrones mostraron desilusión por un breve instante, a Emma no le gustaba expresar sus emociones, aunque no era muy buena en ocultarlas.

Como había mencionado, a mi me convenía tener a Emma contenta, no triste por mi causa, por lo que sabiendo que era lo mejor para mi, en el momento que ella se puso de pie, yo también lo hice. No le di tiempo a que formulara una despedida y me apresuré a rodear el escritorio, con delicadeza rodeé su cintura con mi brazo izquierdo, mientras que mi mano derecha acarició su mejilla.

—No planeabas irte sin permitirle a tu futuro rey besar tus labios, ¿o si?

Y en cuanto sus manos rodearon mi cuello y sus labios presionaron los míos, supe que efectivamente, era mejor tenerla contenta y en mis manos.




H A I L  |K.M.|  #4 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora