XVI

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XVI. Sed de Venganza.



El rey de Dinamarca rascó su barbilla.

Cuatro días habían pasado desde aquel horrible acontecimiento.

Shawn no dormía desde esa noche, tenía miedo de que algo le pasara a su pequeño. Dion lucía tan frágil en esa cama conectado a cables, afortunadamente el peligro respecto a la herida ya había pasado, de momento el mellizo se encontraba en recuperación, la herida de daga había sido muy profunda, aunque no logró dañar ningún órgano interno, sin embargo la tanta pérdida de sangre mantenía a Dion débil.

El rey dejó de mirar a Dion para mirar a Dione que dormía a los pies de la cama donde su mellizo se encontraba, estaba en una posición que la hacía lucir bastante incómoda. Después miró a Kian, quien estaba más alejado y dormido (también luciendo incómodo) en un sillón de cuero negro. Su cabeza estaba ladeada, y su cachorro negro dormía en su regazo.

Pese a la situación sonrió, sus hijos estaban mostrándose más unidos que nunca, no queriendo dejar solo a su hermano.

Eran las siete de la mañana con diez minutos, Dion fue el primero en despertarse. Bostezó pasándose una mano por su cara y después sonrió mirando a su padre.

—Sigues aquí. —Dijo en voz baja y ronca.

Su padre le regresó la sonrisa. —Te dije que nunca me iré. —Respondió al igual en voz baja, cuidando así que sus otros hijos no se despertaran.

Dion mantuvo su sonrisa aunque fue sustituida por una mueca de dolor al intentar incorporarse en la cama. Shawn estuvo a punto de levantarse para ir a ayudarlo, sin embargo el mellizo negó impidiéndoselo mientras musitaba un "estoy bien". Shawn se limitó a observar cada movimiento que hizo, asegurándose que realmente estuviera bien. —¿Por qué no vas a tu recámara a descansar, pa? Así tomas un baño y comes un poco. —Mencionó su hijo, y el rey pensó en que no había manera en el infierno en la que dejaría solo a su hijo cuando sus hermanos están durmiendo.

—¿Estás indirectamente diciéndome que apesto? —Dion se hubiera reído si no le doliera tanto hacerlo.

—No lo tome a ofensa, padre, pero así es. —El rey se rió.

—Cuando tus hermanos se despierten lo haré. —Respondió, y, como si hubiese sido una orden, su primogénito despertó haciendo las mismas acciones que su hermano menor había hecho; bostezar y pasar la mano por su rostro, lo único que los defirió fue que Kian no sonrió.

El mayor de los tres hermanos fijó sus ojos azules en los cafés de el mellizo. —Luces de la mierda. —Dion le dijo, y más que un insulto, era una triste verdad.

Kian generalmente no mostraba muchas emociones, pero desde que Dion había sido herido, algo en él pareció cambiar. Sus ojos azules lucían apagados, su rostro cansado, profundas ojeras lo hacían ver incluso demacrado, y es que mientras su padre mantenía una actitud "positiva" para Dion, Kian era quien se estaba haciendo pedazos la cabeza para encontrar al maldito que había lastimado a su hermano.

El rey no tenía mente para una venganza en este momento, todo lo que le preocupaba era que su hijo se recuperara, en cambio Kian ya había pensado en posibles formas de tortura, ya se había imaginado apuñalando al responsable una y otra vez, hiriéndolo estratégicamente para que su muerte fuera lenta y dolorosa... pero antes de todo eso, tenía que encontrarlo.

Kian lucía tan mal porque se estaba consumiendo en su venganza.

"Nadie lastima a mi hermano y vive para contarlo." Se repitió, ya lo había hecho antes, y seguiría haciéndolo las veces que fueran necesarias.

H A I L  |K.M.|  #4 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora