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Mini Maratón: 2/2


XXXIII. El Nuevo Tablero.



Martes, miércoles y jueves.

Los días habían transcurrido tranquilamente en el castillo de Dinamarca. Kian realmente se esmeró en no acercarse a mi en lo más mínimo, todos los días los compartió con Alrik, conviviendo principalmente con él, algunas veces salían junto a Dion, mi prometido me contaba que los príncipes lo llevaban a lugares que representaban la mejor arquitectura en Dinamarca, pues a Alrik le interesaban esos temas, justo como a Dion.

Mientras tanto, Dione y yo también salíamos, ella me mostraba lugares turísticos y bonitos en Dinamarca, también íbamos a diversos restaurantes para que así yo probara más de la gastronomía de tan bello reino.

Por otro lado, el rey no me había vuelto a dirigir la palabra mas que para simples cordialidades, no supe cómo interpretar eso. Y a pesar de su única advertencia, yo continué escabulléndome por los pasillos durante la noche solo para ver cómo Kian también lo hacía sólo que a una parte del castillo que yo desconocía y que por obvias razones no me aventuraba a seguir.

Justo como lo había dicho, todo había transcurrido remotamente tranquilo, al menos hasta la noche del jueves donde finalmente me atreví a seguir a Kian queriendo saber cuál era el lugar al que tanto visitaba por las noches.

Consideré la posibilidad de que tuviera como amante  a una empleada y que se escabullera para ir con ella, pero no me sentía muy segura de ello.

Cuidando de no hacer mucho ruido lo seguí por esos pasillos, algunos me parecían interminables, incluso en un punto me llegaron a dar miedo pues lucían muy lúgubres. Llegamos a una desviación que formaba una cruz, Kian tomó el pasillo que daba a la derecha y yo esperé un momento para continuar. Al hacerlo, vi como el príncipe se detenía frente a una puerta, la abrió y noté que había escaleras que daban como a un sótano, o eso imaginé.

Creí que sería estúpido ir inmediatamente pues el príncipe podría escuchar la puerta moverse, así que esperé más tiempo antes de ir a la puerta y abrirla.

Bajé por las escaleras con pasos silenciosos, casi evité respirar para no hacer ruido. Me topé con un largo pasillo y lo primero que destacó fueron los barrotes de distintas celdas. Estaba en el calabozo del castillo. ¿Qué hacía el príncipe aquí?

La escasa luz no ayudaba mucho a mis pensamientos terroríficos, el pasillo era bastante largo y continué avanzando analizando todas esas celdas vacías. Como a mitad del trayecto reparé en una celda diferente, muy diferente, esta parecía que había sido remodelada, con muebles y objetos que no cualquier preso debía tener. La cama dura de piedra en realidad era una con colchón, almohadas, y una sábana digna de la realeza. Había un librero con aproximadamente veinte libros, había una lámpara, un pequeño sillón entre más cosas. Aunque todo estaba lleno de polvo y telarañas, sin duda los objetos lucían en perfecto y lujoso estado. Que celda tan peculiar.

Seguí mi camino, mis pasos eran más cautelosos, y, en medio del silencio, comencé a escuchar quejidos y después voces. Armándome de valentía (y de estupidez) seguí con mis pasos, no entendía muy bien lo que aquellas voces decían, pero a medida que me acerqué reconocí la voz de Kian.

—¡Ya te he dicho todo lo que sé! ¿Qué más quieres? —Habló con súplica y miedo la otra voz.

—En realidad ya obtuve todo lo que quería, ahora sólo me queda deshacerme de ti. —¿Qué? ¿A qué se refería Kian? ¿Qué estaba pasando?

Sin saber muy bien porqué no me detuve, sólo lo hice hasta estar frente a la última celda, donde vi dos hombres atados a una silla, uno claramente sin vida, y el otro... Kian en ese momento llevó una daga a la garganta de aquel hombre y...

H A I L  |K.M.|  #4 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora