XIV

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XV. El Baile Rojo.

Parte 2.


Mi padre regresa su atención a mi y no es necesario que formule su pregunta, asentí dándole a entender que efectivamente él era de quien le había hablado.

Esta situación ahora me confundía más, porque no sólo yo había sentido ese "algo" cuando lo miré por primera vez, mi padre también lo sintió.

Noté a Alrik hacer su camino hasta donde mi padre y yo nos encontrábamos. Eris venía a su lado, con un vestido rojo que arrastraba al caminar, era algo suelto, sin escote alguno. Parecía una princesa con su cabello negro perfectamente recogido, solo le faltaba la tiara. Sus ojos grises encuentran los míos y no tarda en apartar su mirada, por lo que yo también aparto la mía para mirar aquellos ojos azules tan parecidos a los míos.

Al llegar ante nuestra presencia ambos hacen las respectivas reverencias. —Su majestad. —Saluda dirigiéndose a mi padre. —Su alteza. —Vuelve a saludar solo que esta vez dirigiéndose a mi.

(Es sabido que el término "Su majestad" es para dirigirse a un rey, mientras que el término "Su Alteza" es para dirigirse a un príncipe. Sin embargo, en Dinamarca no seguíamos esa norma, desde hace ya muchos años [debido a que la que vendría siendo mi bisabuela paterna presentaba un caso de Alzheimer], ambos términos comenzaron a usarse para reyes y príncipes, pues ella, al presentar esa enfermedad, llamaba a mi bisabuelo de ambas formas ya que algunas veces pensaba que su esposo seguía siendo príncipe, y, para hacer sentir mejor a su esposa, mi bisabuelo comenzó a darle la razón y pronto el resto de Dinamarca comenzó a hacerlo también, de cualquier manera seguían representando su respeto por la monarquía, así mismo, este conocimiento se había extendido hasta otro reinos en Europa, aunque algunos no seguían esta nueva costumbre.)

—Padre, permíteme presentarte a Alrik Bernadotte, Duque de Suecia, y a su prometida Eris Westling. —Los presenté por educación y solo entonces mi padre estrechó sus manos mientras musitaba un "mucho gusto en conocerlos".

—Un noble gobernante y la diosa de la discordia, son una interesante y contradictoria pareja. —Mi padre comentó y Alrik sonrió ante ese comentario, Eris me miró a mi, probablemente recordando que cuando la conocí yo también había destacado ese dato de su nombre.

—Viniendo de usted lo tomo como un cumplido, su majestad. —Respondió Alrik y mi papá le devolvió la sonrisa, una sonrisa sincera.

Parecía que mi padre iba a replicar pero se vio interrumpido por la voz de mi tío Niall. —¡Ahí está mi Mendes favorito! —Dijo mirando a mi padre. —Ah, y también estás tú, Shawn. —Traté de no reírme, pero me fue imposible, mi padre lo miró mal. —Necesito que vengas conmigo, hay algo de lo que tengo que hablarte.

Mi padre resopló. —Si me disculpan, disfruten del baile. —Terminó diciendo antes de alejarse junto a mi tío Niall.

—Nunca creí que hablaría con el rey de Dinamarca. —Alrik mencionó. —Por cierto, feliz cumpleaños, príncipe Kian. —Me felicitó al momento que tomaba una copa de vino que un camarero ofreció.

—Gracias. —Respondí viendo como Eris se negaba a tomar la bebida, yo tampoco tomé una. —Me alegra que hayan venido, y aún espero que acepten mi invitación a quedarse más días aquí en Dinamarca, es mi manera de disculparme por no haber podido asistir a la celebración de tu padre.

Claramente no me pesaba haber rechazado la invitación, todo era parte de mi plan. Esto era lo que quería, conseguir que Alrik se quedara un poco más para poder conseguir información. Eris solo era un extra interesante en la ecuación. Y todo esto solo era un juego de niños para distraer a mi padre de mi verdadero objetivo, si quería obtener respuestas, no podía tener a mi padre escondiéndolas. Era mejor así.

H A I L  |K.M.|  #4 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora