historia 1

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El profesor Juan llegaba a casa luego de un largo día de trabajo. Eran las 10:15 de la noche, solo tendría que cepillarse los dientes, ponerse un pijama y acostarse a dormir. Necesitaba descansar si no quería desmayarse allí mismo en la entrada.

Al entrar, noto una sensación de familiaridad que le resultó acogedora y extraña al mismo tiempo sin saber por qué. Solo llego a sí mismo como si fuese una idea.

Cuando subió a su cuarto, logro escuchar una pequeña carcajada de algún lugar en su cuarto, una risa de una niña pequeña que reconoció como la de su pequeña hija.

Proveniente de la parte inferior de su cama matrimonial, salieron unas manitas pequeñas y luego todo el cuerpo de la pequeña Gabriela de 7 años, su amada bebe.

Ella, riendo como si hubiese visto lo más gracioso del universo, se paró y salto sobre su padre, dándole un placentero abrazo.

- Mi niña, ¿Cómo te ha ido? ¿y tu madre?

- Se fue a buscarte, dijo que le preocupaba que no hubieses llegado.

- Pues ya estoy acá mi bebe, llamaré a tu madre para que vuelva y le explicaré porque no llegué a la hora de la cena. Ve a tu cama, es hora de que te duermas.

- Ya voy.

Gabriela se alejó y a la distancia, la puerta de su cuarto se cerró y la casa quedo en un absoluto silencio.

Juan sacó su teléfono y llamo a Lizeth, su esposa, quién debía de estar preocupada, era la primera vez que llegaba tan tarde a casa y por la cantidad de trabajo que tenía, se le había olvidado llamarle para avisarle de que no llegaría a tiempo para a la cena.

Al tercer tono, su esposa contestó

- Amor, ¿Dónde estás? Estoy preocupada por ti.

- Estoy ya en la casa, perdóname por no haberte avisado, pero tenía muchas cosas que hacer en la escuela, ven para que podamos dormir.

- Que alivio – dijo dando un largo suspiro – ya voy para allá con Gabi, no la quería dejar sola.

- Okey, las espero... ¿dijiste que estabas con Gabi? – preguntó con un evidente tono miedo en su voz.

- Si, con ella, ¿pasa algo?

- No nada, acá las espero. – fue lo más inteligente que pudo responder para no preocuparla

Dejo su celular en la mesita de noche y volteó a ver hacía el largo pasillo que daba hacía las escaleras y las demás habitaciones, incluido el cuarto de su hija. ¿Acaso era posible que la hubiese visto? ¿Estaba seguro que era ella? ¿Se encontraba al 100% despierto cuando la vio, la cargo, y le dio el abrazo?

A todas las preguntas les correspondía un sí como respuesta, nada había sido un sueño, estaba cansado, pero nada de eso lo había imaginado. Es más, aún tenía impregnado el olor al champo infantil que siempre usaba al bañarse antes de irse a dormir.

Con el corazón desbocado, camino hacia la recamara de Gabriela y lo abrió, dejando a la vista que el dormitorio estaba absolutamente vacío, sin señales de vida alguna. Juan tragó saliva y entró para verificar que en verdad estaba solo y que no era ningún tipo de broma de mal gusto que su esposa le había tendido.

Reviso el armario, hizo lo mismo por debajo de la cama y hasta reviso entre las sabanas, aunque era evidente que no había nadie entre ellas. Lo único que se le ocurrió, fue revisar en toda la casa, pero sabía que eso iba a ser infructuoso porque ella no podía contenerse de la risa cuando le hacía algún tipo de broma, lo sabía.

Cuando estaba por salir, ir a cambiarse y dejar todo esto a un lado, en algún punto del cuarto, logro oír la misma risa que había escuchado al llegar hace unos minutos. Temblando y con un escalofrío recorriéndole la espalda, se agacho y lo que vio lo dejó pasmado, era un osito de peluche con una foto en la que aparecía Gabriela con apenas 2 años de edad pegada en la cara.

Cogió al peluche, y cuando se levantó para verlo mejor, llegó su esposa en su auto y dejando al juguete tirado en el suelo, bajó a recibirlas. No iba a contar nada de esto a ninguna de las dos, es más, haría como si nada de esto estuviese ocurriendo.

Al abrirles la puerta, Lizeth llegaba con su pequeña reina en brazos totalmente dormida. Lizeth le hizo una señal de que hiciera silencio mientras le besaba en un cachete. Unos minutos más tarde, cuando su hija estaba arropada en su curto y ambos esposos en el suyo, Lizeth le mencionó:

- Oye amor, fíjate que el osito de peluche de la niña se perdió esta mañana junto a una foto que tenemos de ella cuando tenía 2 años. ¿Has visto alguna de esas dos cosas?

No supo si decirle la verdad o mentirle. Si le mentía, todo eso por lo que pasó, quedaría como una anécdota para el mismo que en un futuro lejano contaría, y si decía la verdad, ella no le creería, era muy escéptica.

- No, no las he visto. Mañana que tengo el día libre las buscamos, ¿vale?

- Está bien amor, me lavaré la cara y a dormir, se te nota muy cansado.

- Ni te imaginas que tantas ganas tengo de dormir a tu lado.

Se levantó, le dedicó una sonrisa y se dirigió al baño dentro de su recamara. No creía que Lizeth no hubiese visto el peluche al entrar en la habitación de la niña, uno tenía que ser demasiado distraído o ciego para no hacerlo. Decidió ir a verificar si el oso con la fotografía seguía allí, y cuando entró en el cuarto de Camila, sigilosamente y sin despertarla, revisó todo el lugar. El oso y la foto ya no aparecían, y a pesar de la grande búsqueda que se hizo a la mañana siguiente y las que vinieron después, jamás se volvieron a ver. 

la oscuridad detrás de la puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora