Capítulo 33.

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Richard:

Su piel se erizó, estaba nervioso pero claramente estaba bien ahí. Nadie podía verlo a pesar de estar en un lugar tan abierto, pero si volteaban hacia aquella pequeña plaza desde el parque, no lo verían por la lejanía.

Miraba con emoción y tristeza como el rizado caminaba de la mano de su novio mientras se daban besos una y otra vez, y se brindaban caricias.

Detrás de ellos caminaba el castaño, con la cabeza gacha o mirando hacia los lados pero con tremenda seriedad, hasta que lo vió mirar su celular.

Seguro había sonado.

Su sonrisa creció de forma inmediata y al parecer, comenzó a emocionarse.

Talvez, ahora que ya no estaba, se había olvidado de él y disfrutaba de su tiempo con alguien más.

Con una chica.

Seguían caminando tranquilos y una idea llegó a su cabeza.

Luego de tanto tiempo los veía, habían sido suficientes algunos meses para verlos cambiar y seguro que él también lo había hecho.

-Mi amor -llamó el moreno para obtener su atención y lo miró, sonriendo al instante, lo amaba-, ¿estás bien? te veo muy distraído.

-Estoy bien cielo.

Sonrió y se estiró sobre la mesa para besar a Richard.

-¿Acabaste? -preguntó señalando su plato.

-Sí, ¿Nos vamos?

El moreno asintió y luego de pedir la cuenta, salieron del lugar, con dirección al departamento de éste.

Por suerte, en casa del chico habían aceptado cuidar de la hija de Richard.

Prendió la luz y cerrando la puerta, caminaron hacia el sillón, donde comenzaron a ver películas.

Aún así, a la cabeza del pelinegro volvió lo que había visto en ese pequeño restaurante.

Su mente comenzó a hacer cosas que él no sabía, que era capaz de imaginar.

Como una máquina, empezó a crear ideas.

Estúpidas ideas.

Pero la verdad, era que no estaba tan mal.

Richard se giró, pausándo la película para ver a su novio.

-¿Estás bien? -preguntó algo confundido- Desde hace rato estás distraído y ahorita no le has puesto la mínima atención a la película.

-Estoy bien Richard, es sólo que estoy un poco intrigado con algo...

-Pues dime -se acomodó más para verlo bien de frente-, quizá te pueda ayudar.

-Claro que puedes -sonrió-. Tengo una idea grandiosa.

-¿Y qué es?

El pelinegro se quedó callado por unos segundos y soltó una risita, mirando los ojos del moreno.

-Lo sabrás en su momento.

Richard frunció el ceño, él era ahora el de la intriga.

Quiso preguntar más, pero los labios del otro lo interrumpieron y luego, la película continuando su curso.

Con fastidio, se quedó con la duda y siguió mirando la pantalla de la televisión.

Cuando comenzaba a concentrarse de nuevo, algo le hizo mirar de reojo al chico y pudo ver que no le sacaba la mirada de encima.

La noche más fría || Chriserick.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora