Capítulo 87.

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Apenas el chico salió de la casa, despidiéndose de Erick, Joel y el pequeño Thiago, el ojiverde se dejó caer sobre el sofá, con expresión tan triste como la del castaño al irse.

Se había acabado.

De esa, Christopher no regresaba.

Al menos, no solo.

O eso era lo que imaginaba, y se sentía idiota por no buscar una solución real y servible.

Joel se sentó a su lado, dejando revolotear a su hijo por la sala, porque claramente estaba jugando para no llorar, porque también estaba triste de la reciente partida.

-Erick, tranquilo ¿sí? -asintió, aunque en realidad ni siquiera lo estaba escuchando del todo- Cuando vuelva estarán bien y...

-Y de nuevo tendrá que irse -le interrumpió cabizbajo-. Ya no hay problema si se queda con ese chico. Al final sé que yo no podré darle mucho, siempre hemos estado muy lejanos por la clase social ¿sabes? Estoy bien, costará, lo sé, pero por más difícil que sea no será imposible jamás, verlo feliz con alguien más.

-Pero él no es feliz sin tí.

El ojiverde le miró con un puchero y Joel, sonriendo levemente se levantó a tomar algo de un cajón de uno de los muebles de adornos, y volvió con las manos en la espalda.

-¿Te puedo regalar algo? -el chico asintió, haciendo al rizado sonreír aún más- Entonces cierra los ojos y pon tu mano, te juro que lo amarás.

Hizo lo que le dijo y esperó durante algunos segundos, escuchando unas risitas de Thiago muy cerca suyo, hasta que sintió papel en sus manos.

-Ya puedes abrir los ojitos, tío -le dijo el pequeño y asintió, mirando lo que tenía en manos.

Frunció el ceño.

¿Qué era aquello?

Y comenzó a leer lo que contenía aquel papel. Cada segundo sus ojos comenzaron a abrirse más, con sorpresa, y sus labios también terminaron en una perfecta o.

Miró a Joel, con ganas de llorar, y se tiró encima suyo, soltando sus lágrimas de felicidad, y el chico lo recibió entre sus brazos.

-No lo dejes ir, Erick -pidió acariciando su cabello-. No esperes que haya otra vez, porque quizá no la habrá. El destino no da tantas oportunidades, pero a ustedes ya les dió de más. No te arriesgues a que no haya una última vez, o peor aún, que esto lo sea -tomó su rostro y lo alejó un poco para mirarle a los ojos-. No pierdas lo que ya has recuperado, mejor amigo, ve por tu hombre.

Erick soltó una risita y asintió.

-¿Vienes conmigo?

Joel asintió, mostrando las llaves de su auto.

-Así será más fácil.

Corrieron hasta el auto, asegurando en la parte de atrás al niño, y luego subieron enfrente. Entonces Joel manejó al máximo de lo que tenía permitido, hasta llegar al aeropuerto, donde estaban a punto de abordar al avión.

-¡Christopher! -gritó el ojiverde y, por suerte, Zabdiel volteó a verlos, sonriendo y llamando la atención de su amigo, para mostrarle que estaban ahí.

Entonces ambos corrieron hacia ellos, y las manos del castaño fueron a parar directamente a su cintura.

-¿Qué haces acá, bebé?

-¿Tienes un buen contrato para mí? -el castaño sonrió.

-¿Sabes hacer café? -el ojiverde asintió, entre risitas, mientras los chicos los miraban felices también- Entonces sí, o mejor aún, te enseñaré a hacer muchas cosas, serás mi asistente personal. No tengo uno.

-Acepto.

Y el castaño sonrió aún más, pegando sus labios.

Eso necesitaba.

Sólo eso quería.

Tener un sí y llevarlo con él a cualquier parte del mundo.

-¿Les gustó regalo? -interrumpió el único que siempre lo hacía, Joel.

Ambos soltaron risitas al separarse y el ojiverde asintió.

-A mí sí -frunció el ceño-, ¿pero cuál es el regalo de Christopher?

-Eres tú, supongo -mencionó el castaño.

-Eso, exactamente.

-Papi Zabdi compró el avión -informó Thiago y todos rieron, entonces frunció el ceño, y negó, avergonzado-. No, además él sólo insistió en comprarlo... el boleto, pero no sé quien lo hizo.

-Gracias a los tres -habló el ojiverde sacudiendo el cabello del niño con una sonrisa, recargándose en el pecho del otro.

Y Christopher abrazó con fuerza su cintura, no lo quería soltar jamás.

Sí, gracias a los chicos que le habían regalado el boleto de avión para convencerlo de irse.

Y, por suerte, para no retrasarse, ni siquiera había llevado una maleta.

Ya vería cómo hacer.

-Por tus niños no te preocupes -le dijo Zabdiel-. Mi Thiaguito estará encantado de que lo llevemos a hablar con tus amigos, para avisarles que trabajarás fuera un tiempo, y que ha sido de imprevisto.

-Gracias.

-Y por el departamento, las colegiaturas y todo no te preocupes -habló entonces el castaño-. Con tu sueldo será suficiente para pagar todo y te va a sobrar.

-Te amo -le dijo con una sonrisa, y entonces hicieron la llamada a abordar.

-También te amo -unió cortamente sus labios y se alejó-. ¿Quieres ser mi novio? -se atrevió a pedir por fin y, emocionado asintió- Bueno, y como ya tenemos unos segundos de novios, ¿quieres... -tendió la mano, y Zabdiel le pasó algo- casarte conmigo?

Una sortija.

-¡CARAJO! -gritó llamando la atención de todos, ¿acaso ya Christopher lo tenía planeado así?- ¡Por supuesto que sí, mi amor!

Y una vez más lo besó.

Al fin.

Lo que tantos años les había costado, lo estaban logrando, y todo gracias a que habían madurado.

Luego de festejar de forma rápida con sus amigos, y despedirse, abordaron al avión.

Ahí, ya podían dejar de tener inseguridades.

Eran felices.

Sólo ellos dos.

La noche más fría || Chriserick.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora