Capítulo 46.

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- ¡Chris! -chilló el ruloso con lágrimas acumulándose en sus ojos- ¿Quieres salir? Ya no aguanto m...

Sus palabras se cortaron cuando algunas gotas de agua cayeron sobre su cuerpo y levantó la mirada, encontrándose al castaño con el torso desnudo y apenas una toalla atada con flojera a su cintura.

Christopher le sonrió y su cuerpo tembló al ver que el chico se mordía el labio ante la vista de su cuerpo. Un tanto confundido se acercó intentando no sentirse incómodo y se sentó a su lado.

- Lamento haber tardado tanto, ya puedes pasar.

- G-Gracias -respondió un tanto nervioso.

Israel se levantó y corrió al baño, cerrando con gran fuerza la puerta. Christopher frunció el ceño y comenzó a pensar lo que sucedía con aquel chico, no sabía por qué durante aquella semana que habían pasado juntos lo miraba tanto, tampoco por qué se ponía nervioso cuando lo tenía muy cerca. Y lo más extraño era cuando lo veía semidesnudo como en ese momento, o cuando usaba ropa ajustada.

Él no intentaba ponerlo mal, su intención no era gustarle a Israel y mucho menos sacarlo del closet, porque definitivamente una vez que estuviera fuera, él no iba a tomar responsabilidad en el asunto y a cuidar de sus sentimientos, porque definitivamente no era algo que le importara. Podía sonar cruel, pero era la verdad, por esa razón no quería que el chico se confundiera, porque cuando fuera alguien grande su corazón sólo estaría reservado para una única persona.

Se levantó a buscar un bóxer y se lo colocó, luego un pantalón y una playera. Cuando estuvo totalmente vestido miró hacia la puerta del baño. Se suponía que el chico había entrado al baño para hacer sus necesidades, pero ya llevaba más de diez minutos ahí dentro. Luego de un rato más lo vió salir también bañado, así que se encogió de hombros. Su pensamiento de que no debía volver a salir sólo con toalla desapareció y se sintió menos incómodo.

- ¿Listo para el primer día de clases? -preguntó sonriente y el chico lo miró de la misma forma, mientras se colocaba el bóxer por debajo de la toalla- Yo este nervioso.

- También estoy nervioso, pero muy feliz.

El castaño asintió y se levantó a peinarse, quedaban sólo diez minutos libres para desayunar antes de irse, así que corrió hacia la cocina y preparó un poco de tocino, sirvió dos vasos de refresco del que la noche anterior había quedado y se sentó, esperando que su compañero llegara a su lado.

Y así pasó.

- Ay -chilló el ruloso cuando llegó a su lado-, huele muy rico.

- Soy muy bueno cocinando, mi novio me enseñó -Israel lo miró un momento en silencio y bajó la mirada-. ¿Todo bien?

- Mh -una mueca se asomó en sus labios-, ¿Tienes novio?

Christopher lo miró con detenimiento por un momento, esperando alguna palabra más o algo que le indicara lo que estaba sucediendo, pero no pasó nada.

El chico comenzó a comer rápidamente y al acabar, quiso levantarse pero el castaño lo detuvo del brazo.

- ¿Tienes un problema? Digo, vivirémos juntos durante toda la carrera, y quiero saber si hay algo de mí si te incomoda.

- Nada, eres muy agradable -respondió sin mirarlo directamente-. Es sólo que casi no te conozco y me siento inadaptado así.

- Pues no Isra, tuve novio pero eso se acabó porque no sé cómo hacer que las personas a las que amo se queden conmigo, ahora no volveré a verlo, por unos años si tengo suerte, si no la tengo, no lo haré nunca.

Israel lo miró y cuando su brazo fue liberado se alejó, sin decir nada.

Entonces fue que Christopher se confundió mucho más.

¿Alguna vez hacía algo bien? Por supuesto, esa era una de las primeras veces que lo hacía, porque definitivamente no era su culpa si le gustaba al ruloso. Apenas llevaban una semana juntos y no se conocían nada, por lo tanto, tampoco le había dado razones para creer que tendrían algo en algún momento. Además había sido muy claro con que Erick era el que le interesaba aunqe no estuvieran juntos.

Pero realmente le hacía sentir mal el hecho de que todas las personas a su alrededor tuvieran que sentirse mal en algún punto por su culpa, lo hiciera a propósito o no.

Seguía pensando entonces que él era el problema.

- Al auto -llamó Israel y el castaño se levantó.

- Voy.

Al llegar a la universidad ambos parecían sorprendidos, pues la facultad era muy grande y bonita, con algunas figuras de barro completamente hermosas.

- Hey, ¿Son nuevos, chicos? -ambos voltearon, encontrándose con un grupo de chicas.

- Sí, ¿Pueden decirnos a dónde debemos ir primero, por favor? -preguntó Israel.

- En el gimnasio -señaló la dirección-, están escogiendo las materias. Si son de los primeros lugares, tienen el privilegio de escoger sus clases, si no, les serán asignadas basadas en su calificación de la prepa.

- Gracias -sonrieron ambos.

Una chica detrás de la que había hablado se acercó.

- ¿Quisieran darnos sus números?

Israel frunció el ceño.

- No es por ser desconfiado, pero ¿Para qué?

- Esta noche empiezan las fiestas de bienvenida, y nos agradaría mucho que unos chicos tan guapos como ustedes asistieran a cada una de ellas.

- Lo siento, pero yo no soy de fiestas -respondió Christopher, al ver que la chica enrollaba un mechón de cabello en su dedo índice.

Sabía lo que venía cuando una chica jugaba así con su cabello, y no quería realmente arruinar sus avances.

Israel lo miró un momento y finalmente sonrió.

- En realidad chicas, nosotros nos concentramos más en la escuela, sobre todo cuando iniciamos apenas, porque debemos adaptarnos.

- Sí, para eso son las fiestas.

- No, pero no querémos adaptarnos a los alumnos, si no a las materias -sonrió Christopher.

La chica iba a decir otra cosa, pero la primera le cubrió la boca con gesto cansado.

- Ya déjalos mujer, no quieren ir -quitó su mano y la chica sonrió.

- Está bien amor -los miró-. Adiós chicos, suerte.

Christopher frunció el ceño al escucharla. ¿Le había dicho amor a la otra chica? Y... Sí, le dió un pico frente a ellos, sorprendiéndolo. Entonces supo que el jugar con su cabello, era porque la otra la veía.

Christopher jamás había conocido a dos chicas así, sabía lo que eran, pero jamás había tenido contacto con alguna.

- ¡Esperen! -ambas voltearon a verlo y sonrieron- ¿Son fiestas muy grandes?

- Algunas, pero no las nuestras, son pocas personas las que invitamos.

- ¿Por qué? -preguntó un Israel curioso.

- Porque los chicos y chicas "hétero" se sienten intimidados... Son pocos de ellos los que asisten.

Christopher sonrió. ¿De verdad se le notaba tanto que era gay? Comenzó a reír de vergüenza, sintiendo sus mejillas arder, no podía creer que todo el tiempo quiso ocultar algo que era imposible.

- Vale, entonces les doy mi número.

- Yo también -se apuntó el ruloso y las chicas sonrieron.

Así, Christopher supo que posiblemente sería más cómodo estar en una fiesta, porque no habría problemas con chicas. Pero su problema diario, sería Israel.

La noche más fría || Chriserick.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora