3. El Equipo París

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Levi

Lawliet estaba tardando demasiado.

Me paseo de un lado al otro de la habitación de ventana en ventana con la esperanza de ver una cabeza blanca aparecer entre los callejones, sin embargo nada sucede.

Había salido con un equipo de exploración hacía cuatro horas y deberían haber vuelto hace tres.

Estaba inquieto, no era normal en mí ser una persona inquieta, sin embargo desde que conocí a Sher hacía muchas cosas impropias de mí. Cómo soportar a nuestro pelotón, por ejemplo.

Perdimos la comunicación con el resto del escuadrón original de Sher hace ya un año, sin embargo, para esa época los demás habían perdido a casi todos sus miembros, por lo cual no me extrañaría que ahora estuvieran todos muertos.

Nosotros nos encontrábamos casi intactos. Supongo que esa era la ventaja de haber sido asignado con el grupo de los listillos. La mayoría de nuestros miembros eran buenos en cosas que ahora resultaban casi inservibles: matemáticas, juegos de lógica, laberintos y acertijos, idiomas, entre otros. Sin embargo había algunos que sabían cosas extremadamente específicas y ellos eran los que más habían servido a lo largo de los años.

Julia Rodríguez era la más grande del grupo y se había recibido de Ingeniera Electrónica al igual que su hermano Bautista Rodríguez, que era un Ingeniero Agrario. Ellos dos eran básicamente el motivo por el cual seguíamos vivos y contábamos con una red de electricidad a luz solar, unos cuantos cultivos y agua potable. De hecho, Julia era nuestra Jefa de Escuadrón mientras que Sher era nuestro Sargento y yo su Sargento Primero.

Satan bendiga a los Ingenieros.

Habían otros que también eran de utilidad en ocasiones.

Elias Domínguez estaba obsesionado con la Herbologia por lo que era capaz de preparar algunos remedios naturales en situaciones de emergencia, su talento era bastante compatible con el de Oscar Van Gransen, que se había recibido con honores en medicina y había sido el más joven de la historia en hacerlo con tan sólo veinte años.

No me agradaba mucho Oscar pero no puedo negar que podía ser útil. A veces. Como si lo hubiera invocado, Oscar apareció de la nada abriendo al puerta de una patada con alguien en brazos y me gritó:

-¡Trae mis cosas!- sus cosas eran su equipo médico, sin embargo no podía pensar, acababa de ver a quien llevaba en brazos.

-¿Qué pasó?- pregunto mientras deja a Sher sobre la mesa. Tenía una fea mancha roja a la altura del estómago y varios cortes en el rostro y en el brazo.

-Mierda Waters, este no es el momento- masculla Oscar rompiendo la camiseta de Lawliet para tener acceso a su herida- ¡Has lo que te pido por una vez en la vida!

-Yo iré- dijo Julia y desapareció de la habitación. Ni siquiera la había oído llegar. Solo podía ver la sangre saliendo del estómago de mi amigo, que estaba completamente inconsciente, era demasiada sangre.

-No te lo preguntaré de nuevo- lo amenazo interponiendome entre él y la mesa. Oscar me miró con el ceño fruncido y luego a Sher, en la mesa.

-¡Déjame pasar, Waters, se desangrará!- me gritó e intentó empujarme pero yo era un bloque de roca inamovible. Con un suspiro de frustración, Oscar cedió- lo atacó una Harpia. Estupidas Harpias parecen reproducirse como conejos, siguen viniendo y viniendo...

-Sher es de nuestros mejores luchadores- le digo dejándolo pasar- nunca le ha pasado nada en todos estos años, es demasiado listo para salir herido, hay algo que no me estás contando.

-Yo...- comenzó a decir Oscar pero su voz murió en sus labios- es mi culpa.

Una ira profunda se apoderó de mí, llegando casi hasta mis puños.

-No me sorprendería, eres un inútil- le digo. Oscar apretó los labios, furioso.

-¿Quieres hablar de inútiles?- contesta- tú estás aquí solamente porque Sher quiere, ni siquiera puedes usar tus poderes, quedaste vacío desde que creaste la dimensión. Eres obsoleto.

-Bueno, pues este obsoleto nos ha salvado a todos- mascullo. Oscar iba a replicar, pero Julia volvió con el botiquín.

Oscar trabajó con profesionalismo, completamente ajeno a nuestra pelea anterior. Él era dos años más grande que nosotros. Sher y yo cumplíamos con un mes de diferencia. Fue satisfactorio descubrir que era más grande que él y mucho más cuando en nuestro cumpleaños número dieciséis oficialmente había superado a Sher en altura y le llevaba una cabeza entera hoy en día.

Estaba sonriendo, borre mi sonrisa al recordar dónde estaba. Sher estaba demasiado pálido, unas venas azules se asomaban por su sien, sus brazos, su cuello...Mierda Lawliet Stoll, tienes que recuperarte de esto.

Pasaron dos horas hasta que Oscar se detuvo. Había cerrado la herida de Sher y vendado su estómago, también le había dado unos puntos en el brazo y desinfectado las heridas de su rostro, que no eran tan profundas. El chico seguía dormido, sin embargo su respiración era estable y poco a poco estaba recuperando el color.

Oscar comenzó a juntar sus utensilios y se quitó los guantes ensangrentados.

-Llévalo a su habitación, yo iré en cuanto termine de limpiar todo esto para chequear su temperatura y signos vitales. Cúbrelo con una manta y deja un vaso de agua en la mesilla por si despierta.

Asentí. Podía odiarlo pero estábamos hablando de la salud de Sher y él sabía qué era lo mejor para él.

Tomé a Sher en brazos, era muy ligero. Había una época en la que ambos habíamos sido pequeños y delgados, sin embargo la pubertad llegó y yo lo había superado en altura y musculatura, Sher era más bien delgado y, aunque podía mantenerse en un lugar honrado en una buena pelea, no podía superarme.

Aunque yo nunca superaría su mente. Nadie aquí podría.

Una vez seguido todas las indicaciones de Oscar me senté a los pies de su cama y lo observé. Lucía pequeño e indefenso y me pregunté si la Harpia que lo había herido tenía nombre y si volvería a verla para poder acabar con ella yo mismo.

Oscar apareció en tiempo récord y me pidió que los dejara solos para que pudiera revisarlo tranquilo. Lo hice, a regañadientes, y me dispuse a chequear al resto del equipo.

Había sido un día duro para el Equipo París.

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