36. El que puede ser salvado

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Sher

En mi pesadilla, Sebastian se encontraba frente a mí, pero no lucía como él en absoluto. Éramos sólo nosotros dos, la oscuridad nos rodeaba completamente, sin embargo no sentía la misma opresión del Éter. Era como estar en la nada misma.

-Lawliet- me llama, su voz consumida por el dolor- Lawliet, siento que muero.

No sé en qué momento lo alcancé pero así fue. En un parpadeo estaba frente a él, mis manos en sus hombros. Nunca me había parecido tan igual a mí como ahora. Con mi madurez, nuestros rasgos se habían vuelto incluso más similares.

-No estás muriendo- le aseguro, sin sentido.

-Si lo estoy- llora, podía sentir sus hombros temblar bajo mis manos- Urian mintió. El Éter no es mío. Se está adueñando de mí como un parásito. Cada día me siento desvanecer.

-Esto es un sueño- niego, separándome, sin embargo Sebastian sujeta mis muñecas, reteniéndome a su lado. Cuando lo miro, su desesperación es tan real y tan auténtica que me congelo.

-No lo es. Estoy usando mis poderes. Hécate es mi madre, controlar la Niebla me salió naturalmente, sin embargo puedo hacer otras cosas- me explica, sus ojos recorriéndome inquietamente- Sher, tengo miedo. Tengo miedo de que sea demasiado tarde.

-No quieres esto- repito, incrédulo- sigues allí. Sigues con Urian.

-Les haría daño si voy con ustedes. Lawliet, tienes que salvarme- ruega, sus manos apretaban mis muñecas con tanta fuerza que mis manos comenzaban a adormecerse- No puedo solo. Urian me consume como el fuego a un fósforo, lo dejé entrar y no puedo detenerlo.

-Sebastian, mírame- le ordeno. Sus ojos idénticos a los míos me encuentran, sin embargo hay una gran oscuridad en ellos- Voy a encontrarte y voy a salvarte, dime que lo entiendes.

Él asiente y aparta la vista, no del todo convencido.

-Sebastian- le digo obligándolo a mirarme- Necesito que lo digas en voz alta.

-Lo entiendo.

-Tienes que aguantar.

-Voy a tratar.

-Tienes que hacerlo- insisto.

-Lawliet, yo...- Sebastian comenzó a hablar, sin embargo no pude oír lo que decía. Era como si lo alejaran de mí, su voz apagándose.

-¡Sebastian!- Lo llamo y lo llamo, sin embargo no obtuve respuesta.

Me despierto agitadamente y sé que estuve llorando, las sábanas se deslizan cuando me siento en la cama dejando mi torso desnudo expuesto al frío nocturno.

-¿Lawliet?- me llama Levi. Lo había despertado- ¿Estás bien?

Lo observo. Bajo la luz de la luna, su cabello negro brillaba como obsidiana recién pulida. Sus ojos azules eran un mar calmo en la noche.

-Si- digo y Levi simplemente me observa- no- me sincero acostándome de vuelta a su lado. Me dolía el cuerpo, sin embargo era un dolor agradable. El pensamiento de lo que habíamos hecho era un shock de electricidad atravesando todo mi cuerpo: las manos de Levi en todo mi cuerpo, su peso sobre mío, su aliento y sus sonidos contra mi cuello.

Él debía estar pensando lo mismo, ya que pude sentir su mano deslizarse por mi espada bajo las sábanas, sus ojos llenos de deseo.

-¿Qué sucedió?- me pregunta, poniendo a un lado sus necesidades. Acuno su mandíbula con mi mano, Levi Waters era, indudablemente, el hombre más hermoso en esta tierra, como si el David de Miguel Ángel hubiera tomado vida ante mis ojos. Podía asegurarlo, después de todo había visto a Hércules, que poseía la belleza sobrenatural de un Dios Griego, literalmente, y no se había movido un pelo en mi ser.

-Creo que Sebastian sigue allí, creo que podemos salvarlo- le digo, dejándome bañar en la calma que me provocaba su compañía. Mi chocolate. Mi chico diablo, cómo alguien podía pensar que él era una mala persona es algo que no puedo comprender.

-¿Lo viste?- me pregunta, su voz ronca por el sueño sonaba más grave y me provocaba cosquilleos en el estómago - ¿Estás seguro de que no era un sueño?

Me levanto y me dirijo a la ventana, donde la iluminación era más intensa. Había marcas de dedos en mis muñecas allí donde Sebastian me había sujetado.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro sin notarlo.

-Estoy seguro.

Levi no me cuestiona, simplemente se sienta en la cama y busca a tientas su ropa interior en la oscuridad.

-No podemos despertar a todos ahora- le digo volviendo a la cama.

-Sebastian se ha comunicado contigo- me dice, bostezando- ¡Tenemos que pensar qué hacer!

-Aunque despertemos a toda la compañía no habrá mucho que podamos hacer- le digo, deteniéndolo- necesitamos descansar, mañana podremos planearlo bien.

-Hablabas en sueños- me dice, su rostro me inspeccionaba con preocupación- sonaba como algo urgente.

-Sebastian ha resistido hasta ahora. Puede aguantar hasta la mañana.

Mis palabras eran duras, sin embargo Levi sabía que era cierto. No le hacíamos ningún bien a nadie planeando un ataque a las apuradas y medio dormidos. Los hechos de los últimos días nos habían mantenido ocupados y ésta era la primera noche de sueño tranquilo de muchos en un tiempo, interrumpirla sería un error.

-Bien- acepta, volviendo a meterse entre las sábanas- ¿Cómo estás?- me pregunta, su mano en mi cintura.

-Todavía puedo salvar a mi hermanastro- repito, casi sin poder creerlo. Levi estaba sonriendo y sabía que era porque yo lo estaba- puedo salvarlo y puedo besarte si me da la gana, estoy mejor de lo que estuve en meses.

Levi ríe, una risa genuina que era tan extraña que por un momento me lo quedé mirando. En un instante está sobre mí, besándome. Sus manos sobre mí eran como una pomada, aliviaban todas mis heridas, su presencia era un consuelo, calmaba todos mis miedos.

-Eres muy bueno besando- me dice cuando, inevitablemente, tenemos que separarnos para tomar aliento. Como respuesta, lo beso con lengua y muerdo su labio- si no te conociera creería que estuviste practicando con alguien más.

-Estás celoso- me río- celoso de mi almohada.

Hay una pausa ínfima en Levi mientras procesa mi respuesta y otra carcajada le sigue. Era la segunda. Realmente ésta era mi noche.

Me aferro a su cabello y en un instante Levi está dentro de mí de nuevo, sus caderas moviéndose contra mí continuamente.

Me dejo llevar por su calor, sus besos, su deseo, sus manos y por un momento me permito soñar.

En mis sueños podemos hacer esto todas las noches, mi hermanastro en nuestro equipo en algún piso de este edificio. Elizabeth y Zara están durmiendo sin ninguna preocupación, todos los que quiero están sanos y salvos.

La posibilidad era muy utópica pero, en este mismo instante, se sentía tan cercana que casi podía sentirla con la punta de mis dedos.

-

Si me siguen mandando preguntas mañana las respondo :)

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