38. Aliados inesperados

568 84 32
                                    

Levi.

Mi mente estaba dividida entre Sher y el infierno que nos rodeaba. Hacía ya rato que habíamos dejado de proteger a Zara y Elizabeth: los demonios caían sobre nosotros como si fueran lluvia, implacables y despiadados.

El único motivo por el cual todavía tenía a Sher a mi lado era porque había hecho todo lo posible por no separarme de él y Lawliet, a su vez, había hecho lo mismo. Todo a nuestro alrededor eran manchas fugaces: flechas volando para salvar a alguien de un golpe faltal, hechizos de las Hechiceras, objetos siendo lanzados por las Brujas, Thunder destrozando a sus enemigos con sus propias manos, Bruno Denver enviando oleadas de demonios por los aires usando sus poderes.

Zara y Elizabeth funcionaban como una mientras enviaban por los aires o pulverizaban a cada demonio que intentaba pasar por la puerta. Desde el cielo, Otrera y Hércules atacaban a todo demonio que volara. Pablo y Némesis habían dejado de pelear hacía rato y optaban por socorrer a aquellos que habían caído proporcionándoles asistencia mientras las curanderas intentaban volver a ponerlos de pie.

Todo era sangre, gritos, desesperación. Sher, a mi lado, peleaba en completo silencio, su mandíbula encajada. Me hubiera sentido más tranquilo si dijera algo, sin embargo se encontraba tan callado como Némesis, ¿Cuánto le quedaba para colapsar? Habíamos tenido unos breves momentos de felicidad anoche pero eso no cambiaba las cosas.

Zara y Elizabeth tampoco se encontraban recuperadas del todo, el hecho de que siguieran de pie era casi milagroso.

Sin embargo era imposible evitar notar que los demonios comenzaban a hacernos retroceder. El círculo que la compañía hacía a nuestro alrededor comenzaba a cerrarse y el número de caídos aumentaba alarmantemente.

Apuñalo a un demonio justo antes de que alcanzara mi rostro y busco a Sher con la mirada. Se había separado de mí, tres demonios lo rodeaban y, detrás de él, el tanque de agua que había usado hace un rato para dar su discurso.

Desenfundé mi otro puñal y me abrí el paso hacia él, sin embargo las personas entre nosotros parecían una multitud y se sentía como intentar caminar entre arena movediza.

-¡Sher!- lo llamo. El peliblanco dispara su última bala y deja caer la pistola para sacar sus puñales. Siento crecer el miedo en mi interior, no había forma de que pudiera defenderse de todos al mismo tiempo.

En mi desesperación, observo a mi alrededor. Todos estaban ocupados o lejos y el ruido de la batalla no permitiría que me escuchen. Dejo caer mis puñales, abro una puerta y la atravieso. Cuando lo hago, me choco contra Sher, ambos caemos contra el plástico del tanque.

-¡Podría haberte apuñalado!- me grita Sher, apartándome para pararse frente a mí. Le quito un puñal de la mano y ambos nos paramos espalda contra espalda.

-Recuerdo haber atacado a este- dice una desagradable voz femenina.

-Harpía- dice Sher a mis espaldas. Pronto nos rodearon cinco, seis, siete de ellas, parecían divertirse.

-Ahora podré finalizar lo que empecé- declara y todas se abalanzan sobre nosotros, como una.

Sabía que no podríamos defendernos, podía matar a la que tenía frente a mí, sin embargo dos más me atacarían por el costado.

Estamos muertos. Pienso segundos antes de que todos los demonios del edificio salgan disparados por los aires.

Por unos segundos, el silencio es sepulcral. Me quito los brazos de la cara y observo a mi alrededor: no había ningún demonio sobre la terraza. Todos observamos a Bruno, él era el único que tenía poderes capaces de hacer eso.

-No hay forma de que yo hiciera eso- nos dice, tan confundido como los demás.

Entonces, dos personas caen del cielo, destrozando el suelo bajo su peso. Lucían de nuestra edad y vestían como Otrera y Hércules. La primera era una chica de cabello castaño, casi rubio y unos ojos tan celestes que parecían artificales. El largo cabello caía sobre su túnica blanca y su pechera de oro hacía juego con su tridente. El segundo muchacho era mucho más oscuro, su piel pálida parecía muerta en comparación a su oscuro cabello y ojos. Llevaba una túnica gris y una pechera de una piedra negra que no podía reconocer, la cual hacía juego con la espada negra que llevaba envainada a su espalda. Cuando posó su mirada en Sher, un escalofrío me recorrió de pies a cabeza.

-Les hemos ganado un tiempo, no soy tan bueno como mi padre utilizando el Aire, sin embargo he aprendido algunos trucos- explica, su voz sonaba como una brisa fría en la nuca en una habitación sin ventanas abiertas- luces igual que tu hermano.

La compañía comenzó a rodear a los dos recién llegados, nadie entendía qué sucedía.

-Alexander y Selene- dice Sher, al fin- mi hermanastro me habló de ustedes. Es gracias a ustedes dos que el Éter ha despertado.

Si sus palabras habían causado algún efecto en ellos, no se notaba en absoluto.

-Como los Elementos de nuestros padres, el Éter debía ser liberado. Debíamos restaurar el balance en la tierra- dice la otra muchacha, su voz sonaba como el sonido de un rayo golpeando contra el agua: dos fuerzas opuestas colisionando.

-Eh, ¿Sher?- murmuro- ¿Quiénes son estos dos?

El chico oscuro me observa, su mirada me ponía la piel de gallina. Era como si pudiera ver hasta el interior de mi alma.

-Soy Selene, hija del elemento del Fuego y el elemento del Agua, también conocida como Mitera Laelaps, madre de los Laelaps, Alfa de mi manada.

-Y yo soy Alexander, hijo del elemento del Aire y el elemento de la Tierra. En el Inframundo me conocen como el Amo de las Almas, título que heredé de mi abuelo, Hades. Juntos poseemos habilidades de nuestros padres y nuestros abuelos y podríamos ser unos poderosos aliados en la batalla.

-Una batalla que ustedes comenzaron- espeta Lawliet. La multitud suelta un grito ahogado, uno no le reprochaba a dos personas como esas sus errores, sin embargo Sebastian podría morir por culpa de ellos dos, Sher tenía todo su derecho a sentir resentimiento. Me paré a su lado y los enfrenté.

-Únanse a nosotros y arreglen su error- les digo, puedo sentir a la multitud encogerse ante mis palabras, sin embargo no iba a retirarlas. Los dos jóvenes nos observaron, lucían de nuestra edad, sin embargo sus miradas demostraban dos personas que habían pasado por mucho y que cargaban con el peso de su error hasta el día de hoy.

-Lo haremos- decreta la muchacha con determinación- nuestros padres los rodeando para que no puedan escapar así que esperen una oleada en minutos, sin embargo podremos terminar con ellos sin problema.

-Espera, espera, espera- la detiene Bruno, el cuál lucía tan desconcertado como todos los demás- ¿Los Elementos están aquí? ¿Los Dioses?

La chica sonríe, una sonrisa tan hermosa que estoy convencido de que se robó el corazón de varias personas en la terraza.

-La última vez que estuvimos en la Tierra liberamos a su más grande enemigo, ¿Crees que nos dejarían volver solos de nuevo?

GeneticsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora