7. Dos Brujas y un Desertor

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Elizabeth

Zara me siguió de cerca mientras nos acercábamos a la puerta destrozada de la Basílica de San Pedro, en la Ciudad de Vaticano que se encontraba totalmente en ruinas. Otrera me contó que ella vió su construcción en persona y que, a pesar de que había significado la caída a nivel mundial de los Dioses en los que ella creía, siempre le había parecido un edificio magnífico.

Ya no queda mucho el mismo. Pienso mientras camino cuidadosamente entre los escombros.

-Deberíamos haber traído a los demás- susurra Zara a mis espaldas.

-Bruce y Mara estaban ocupadas y Joan acompañó a Otrera y su escuadrón al otro sitio. Había otro lugar posible además de este en el informe.

-No creo que encontremos un Desertor aquí- me dice haciendo que los escombros a nuestro alrededor se eleven sutilmente para luego dejarlos caer de vuelta- este lugar es una pocilga.

-Y pensar que cualquier cosa que robemos de este lugar en el mundo paralelo a este nos haría millonarias inmediatamente- suspiro observando las distintas ornamentaciones.

-No hables de robar en la casa del señor- me reta Zara irónicamente.

-Sus seguidores, predicadores de la Paz, nos habrían quemado en la hoguera hace unos siglos- le recuerdo. Zara está por contestarme, sin embargo un sonido en la distancia nos silencia.

Ambas nos unimos, espalda contra espalda e inspeccionamos la sala con atención.

-Sabes que hacer- le susurro y puedo sentir la cabeza de Zara contra la mía moverse en un asentimiento.

-Creo que viene de la parte trasera del retablo.

-Mira quien usa las palabras elegantes de Otrera ahora- murmuro.

Sin embargo era útil, ya que sabía exactamente a qué sitio de la iglesia se refería. Justo al final de la nave central, se encontraba el retablo más famoso del mundo y, en su parte inferior izquierda, una sombra se movió detrás de ella con rapidez.

-Vamos- me dice Zara- a la de tres.

-Tres- digo y me desvanezco para aparecer del lado derecho del retablo. El Desertor me ve y se dispone a correr hacia el otro lado, sin embargo Zara aparece justo detrás de él para impedirle la huida.

-Quieto- murmuro y automáticamente el muchacho se congela en su sitio, completamente incapaz de moverse. Era preferible inmovilizarlo antes de que intentara usar su poder, sea cual fuera.

Zara lo arrastra y lo deja caer sobre el mármol sin preocuparse mucho por la seguridad de nuestro nuevo prisionero. Me teletransporto a su lado y, en cuando mi brazo roza el suyo, mi novia me propina un empujón.

-Te dije a la de tres- me recuerda agachándose frente al muchacho- permítele hablar.

Podía hacerlo ella misma, sin embargo era su castigo por estar a punto de arruinar nuestro plan por no esperar a su cuenta regresiva. Ahora tendría que hacer todo el trabajo.

-Habla- le digo y libero su boca del hechizo- Eres un Desertor, ¿Verdad? Uno de los secuaces de Sebastian.

-Ha invadido el mundo- contesta. Estaba casi dolorosamente delgado, parecía que llevaba meses sin alimentarse adecuadamente. Si embargo, sus ojos estaban inyectados en rabia cuando me observaban- No podrán ganarle. Cada vez somos más.

-Le están dando un ejército- le recuerdo- Justo lo que él quiere. Un ejército compuesto por Genetics Desertores.

-Por cobardes- me corrige Zara. Nuestro prisionero dirige su odio hacia Zara y le escupe, sin embargo, antes de que la alcance, lo detengo con mis poderes y lo envío de vuelta hacia su rostro, empapándolo con su propia saliva.

-Mira, guanaco- le digo- esto es lo que va a pasar: te llevaremos a nuestra base y nos dirás todo lo que sabes sobre Sebastian y sus planes.

-¿Qué te hace creer que haré eso?- me pregunta.

-¿Sabes quien soy?- le pregunto. El frunce el ceño y niega con desprecio. Zara ríe macabramente y lo levanta sin esfuerzo, el estar petrificado le otorgaba un peso casi nulo.

-Una de las putas de Golden Claw, eso eres- me dice y se gana una bofetada por parte de Zara.

-No, no soy eso Desertor- le digo, sintiendo mis poderes aflorar dentro de mí como una bomba a punto de estallar- pero vas a averiguarlo pronto.

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