9. La palabra honesta

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Levi

-No puedo crear otro portal, Sher- niego- Sabes que mis poderes están agotados. No puedo...

-Si podrás. No te hemos dejado usarlo todos estos años por una razón. Eres fuerte, si lo intentas, lo lograrás.

Realmente no creía que fuera posible, sin embargo era difícil no sentirse fuerte cuando tenías a Sher alentándote de aquella manera. No era del tipo optimista, ni alababa por compromiso o para quedar bien, si no allegado a los hechos. Si lo decía era porque realmente era capaz.

Y Sher siempre tenía la razón.

Intento incorporarme, sin embargo Sher me sujeta de la muñeca, deteniéndome.

-No ahora- me pide, su voz cansada- todavía estoy muy débil. Sé que Elizabeth y Otrera me abrazarán en cuanto me vean, causo ese efecto en las mujeres, y no creo que mi cuerpo esté listo todavía para ese tipo de afecto.

Intentando contener una carcajada, asiento.

-Bien, mañana será, entonces- le digo, sin embargo Sher no me soltaba. De nuevo el mismo conflicto atravesaba su mirada, su rostro entero.

-¿Cenaste?- me pregunta, sus ojos verdes insistentes. Asiento, extrañado por la pregunta- Entonces quédate.

Por un momento, me quedé estático. Hacía años que no me pedía que me quedara con él. Solía tener ataques de pánico y pesadillas durante los primeros meses luego de exiliar a Sebastian. Demasiados cambios para que su cerebro pudiera procesarlos, el shock, la pérdida, la decepción, la tristeza. Aprendí mucho sobre su enfermedad aquellos meses conviviendo con él.

Cuando muchos sentimientos lo invadían a la vez, era como si se inundara, toda su inteligencia actuaba en su contra, agobiándolo, ahogándolo. Tuve que dormir con él durante muchas noches para que pudiera conciliar el sueño y estar para él cuando despertaba completamente transpirado, sin ser capaz de respirar, creyendo que iba a morir.

-¿Estás bien?- le pregunto con cautela. Sher tira de mi mano obligándome a sentarme de vuelta en la cama.

-Cuando se trata de la mente lo tengo todo muy claro- me dice apartándose el cabello rubio blancuzco de la frente. Fue en vano, las ondas volvieron a caer sobre la misma de nuevo- sin embargo cuando se trata de mis sentimientos, estoy tan perdido como un bebé elefante en medio del desierto.

-¿Qué quieres que haga?- le pregunto. Estábamos susurrando a pesar de que no había nadie a quien despertar. Me pregunto por qué.

Sher se hace a un lado lentamente para dejarme lugar en la cama. Era de una plaza y ya no éramos niños y ambos lo sabíamos. A pesar de todo, me metí dentro de las sábanas junto a él. Iba a darle la espalda, sin embargo Sher me detuvo.

-Quiero verte- me dice, enviando un escalofrío directamente por mí columna vertebral. Me acomodo frente a él, nuestros rostros a la misma altura. Puedo sentir las rodillas de Sher encontrar sitio entre las mías, sus manos rozando ligeramente mis muñecas. No sabía como aquello podía tranquilizarlo, yo me sentía completamente recargado, electricidad en cada centímetro de mi cuerpo.

Él pareció notar mi confusión. Sabe que pienso mucho las cosas más de lo que hablo, por lo que él se encarga de hablar por los dos.

-Cuando me junte con mi viejo escuadrón y tenga que ir a una misión, quiero que vengas conmigo- me dice. Sus ojos verdes lucían casi esmeraldas bajo la luz de la luna, su cabello casi plateado, como una ilusión o una pintura.

-Pero, Sher, nuestros reclutas...

-Nuestros reclutas sobrevivirán sin ti. Tienen a Julia. En cambio, yo te necesito. Puedo pensar con mayor claridad cuando estás a mi lados. Eres...

Observé, casi en un trance, a Lawliet Stoll intentando encontrar las palabras para hablar por primera vez en su vida.

-Eres lo más parecido al chocolate que tengo- me dice, enviándome otra oleada de escalofríos. Era una afirmación tan tonta, sin embargo, sabía lo que significaba para Sher.

-¿Tanto valgo?- le pregunto, burlón- Creí que era otra molestia en este lugar. El más tonto de los que son más tontos que tú.

-No eres una molestia, nunca molestas- declara Sher y en cualquier otro esa declaración le habría valido cierto sonrojo, sin embargo Sher hablaba con hechos: era honesto y directo, nunca diría algo para hacerte sentir mejor si no es lo que realmente cree.

Quizás fue por eso que yo si me sonrojé ante la sinceridad de sus siguientes palabras.

-Y no eres tonto, Levi Waters. Entiendes todo lo que te digo a la perfección y para eso hay que ser inteligente- declara acercándose un poco más. Cuando cierra sus ojos, sus pestañas son como las alas de una paloma blanca, enviando una sensación de paz enorme hacia todo mi ser- y te necesito. Eres importante. Que tú no lo veas, no lo cambia.

Sher se durmió con rapidez. Supongo que era parte del efecto de los frascos que había tomado. Sin embargo, yo no podía.

Me había dado cuenta de algo. Algo terrorífico. Algo emocionante.

Estaba enamorado de Lawliet Stoll. Estaba enamorado de Sher.

Su cabeza se inclinó hasta acurrucarse contra mi cuello, su suave cabello haciéndome cosquillas en los labios.

Era casi gracioso su perdido: que no me apartara de él. Si tan solo supiera.

Si tan solo supieras, Sher, que yo te seguiría a cualquier lado.

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