43. La batalla final (parte 1)

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Levi

Era difícil coordinar una aparición en la Antártida de distintas partes del mundo por lo que decidimos reunirnos en el Campo de Marte, es decir, el parque frente a la torre Eiffel.

Todos los miembros de la junta de guerra nos colocamos uno al lado del otro bajo la torre Eiffel, incluidos los Elementos y Los Legados, que vestían sus ropas griegas a pesar de el frío ya que éste no podría matarlos. Nos habían explicado que venir a la Tierra les había quitado su inmortalidad mientras caminaran por ella, sin embargo seguían siendo Dioses y no tenían las mismas necesidades que nosotros. Lo mismo pasaba con Hércules, quien mostraba su toga blanca y su brillante armadura de oro.

Los únicos que se encontraban frente a nosotros eran nuestros líderes: Sher ubicado en el centro, Elizabeth a su izquierda y Otrera a su derecha.

Todos llevábamos el traje de los Genetics, el cual efectivamente nos resguardaba de la temperatura exterior.

Un mar de trajes negros con la G dorada en el pecho nos enfrentaba. Todos los Genetics del mundo habían sido traído a nosotros por las Videntes y ocupaban la totalidad del Campo de Marte.

-Hechizaré tu garganta para que puedan oírte a lo largo de todo el Campo- oigo a Elizabeth hablar con Sher. Él asiente, sus manos sujetas detrás suyo se mueven con intensidad. Había tomado su última dosis de azúcar hacia unos minutos y no podría tomar otra hasta que la batalla terminara.

Observó el mar negro de personas frente a nosotros: no reconocía ninguno de los rostros, sin embargo ellos eran como nosotros: sobrevivientes en esta guerra, Genetics que no se habían rendido al lado de Urian a pesar de que tan malas se pusieran las cosas.

Cuando Sher alzó ambas manos, toda la multitud se calló para escucharlo.

-Por años estuvimos esperando este momento. Resistimos, luchamos y lo más importante: no perdimos la fe- comenzó Sher, su voz amplificada por todo el Campo- ¡Hoy pelearemos juntos en el fin del mundo y acabaremos con esta era de oscuridad para siempre!

Los gritos que prosiguieron me pusieron la piel de gallina. Sher los observó, su rostro impasible. Si no fuera por la marca que había dejado en su cuello la noche anterior, parecería una estatua de mármol: una figura etérea y superior, un héroe tallado en todo su esplendor. El negro del traje contrastaba completamente con su cabello.

-Cada Sección se encontrará con su Teniente y Vidente asignados. El batallón volador irá con Otrera, ella los guiará en el cielo, cuando vean un rayo en el cielo será hora de irnos, aguarden la señal.

Y con esas palabras todos se fueron a sus posiciones. Atacaríamos al amanecer, con la esperanza de que al menos los Desertores y Sebastian estuvieran dormidos. Si Urian y los Demonios descansaban era un misterio que debelaríamos en cuanto llegáramos.

Lleve a Sher a un lado un instante, lejos de nuestros amigos.

-Ese fue un gran discurso- le digo. Sher me observa un momento.

-Algo te sucede- me dice.

-Yo...- comienzo, sin embargo no encuentro las palabras adecuadas. Me sorprendo cuando Lawliet rodea mi cintura con sus brazos y esconde mi cabeza en su pecho.

No fue hasta ese momento que me di cuenta de lo asustado que realmente debía estar. Era solo un chico y en unas horas estaría enfrentándose al ser más poderoso del mundo. Le devuelvo el abrazo con fuerza.

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