4. El Equipo Atenas

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Daniel

-No deberíamos haberlos dejado- repetí por octava vez- se supone que somos sus superiores. Dependen de nosotros.

-Son adultos con fuerza sobrehumana, estoy seguro de que pueden arreglárselas solos- contestó Bruno, sus ojos fijos en el océano.

Me encontraba sentado donde una vez se encontró el Templo de Poseidón. Hubo una época en la que esta ciudad fue un auge histórico y culturar, con sus ruinas de cientos de años y sus calles llenas de personalidad.

Sin embargo, con el inicio de la Gran Guerra todo eso se terminó. Los demonios lo destruyeron todo a su paso dejando la ciudad realmente en ruinas, la mayoría de sus templos destrozados en su totalidad. Fue su venganza hacia "los Dioses opresores y cobardes", como los oí despotricar en una de nuestras primeras batallas.

Nuestro batallón estaba conformado por hombres casi tan fuertes como yo. Eran supersoldados de masculinidad frágil que siempre se habían abierto paso por el mundo abusando de su fuerza bruta.

Bruno, al ser el único de su categoría no tenía compañeros de su clase y debía ser el más pálido y delgado de todo el batallón lo cual lo convertía, automáticamente, en un objetivo de burlas. Él era el Comandante, si, así que no decían nada frente a él pero los rumores corren y tarde o temprano llegaban hasta nosotros, lo cual hacía que Bruno estallara en unos ataques de ira tan profundos que no dejaban los pelos de punta a todos, literalmente y quedábamos cargados de electricidad por días por lo que un mínimo contacto nos causaría una leve descarga.

-No lideraré a un grupo de homofobicos. Que se las arreglen solos- masculló. Observé su cabello, casi negro. En un principio Bruno robaba tintes azules de las peluquerías abandonadas, a estas alturas no teníamos el ánimo suficiente para preocuparnos por nuestra imagen. Su cabello había pasado del rubio platinado debajo de la tintura hasta crecer en su cabello negro real. Realmente me gustaba su cabello natural.

-Estoy seguro de que varios querrían algo de Bruno para ellos- le digo caminando hacia él. Él se voltea ligeramente y puedo verlo rodar los ojos.

-Puedes apostarlo. Pretenden ser heteros hasta que es hora de bañarse en el mar- comenta con una sonrisa que se borra rápidamente- no sé quienes son peores: los homofóbicos heterosexuales o los gays reprimidos que discriminan para ocultarlo.

-Deben estar viviendo sus propias batallas, no deberías darle tanta importancia- le digo sentándome a su lado al borde del acantilado. Había tanto viento que podría empujarnos hacia el vacío, pero quizás Bruno estaba usando sus poderes para evitarlo.

-Cuatro años, Daniel. Intentamos ganar su respeto por cuatro años sin lograrlo. Estoy cansado.

Bruno se apoya contra mí, su cabeza contra mi hombro y lo rodeo con mi brazo.

-Desearía volver a reunirnos con el escuadrón- me dice- ver cómo están todos.

-Sabes que no podemos- le digo, aunque no estaba en desacuerdo- Gustavo nos ha ordenado venir aquí. Es nuestra obligación permanecer.

-No recuerdo la última vez que tuvimos contacto con la Base, Daniel. No podemos quedarnos aquí toda la vida, ¡Tenemos que hacer algo! Han pasado cuatro años y no hay menos demonios en la tierra, vuelven a aparecer como insectos saliendo después de un largo invierno. Sabes qué tenemos que hacer para terminar con esto.

-Lo sé.

-Lo hicimos una vez- me recuerda- con mi padre. Necesitamos eliminar la amenaza central.

-¿Estás sugiriendo matar a Sebastian?- le pregunto, volteándome hacia él. Cuando Bruno me devuelve la mirada, recuerdo que a pesar de todo es el hijo de su padre.

-Tenemos que acabar con Urian- me dice, sus ojos sin una pizca de piedad, cargados de un resentimiento que fue creciendo a lo largo de los años- y si para matarlo tenemos que acabar con Sebastian, entonces lo haremos.

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