5. El equipo Antártida

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Némesis.

-Deberías rendirte, Némesis- suspiró Pablo. Tenía la barba larga y descuidada, su cabello largo y sujeto en una cola de caballo en su nuca.

Niego con la cabeza y le hablo en lenguaje de señas. Luego de cuatro años Pablo era un experto y se comunicaba conmigo como si fuera su segundo idioma.

"No están en Argentina, ahora lo sé. Me encontré con una vieja compañera y me dijo que están en Europa, no sabe dónde pero según ella allí es donde Gustavo los envió."

-Sin señales de él, ¿No?- me pregunta, sin esperanzas. Niego tristemente.

"Pero mira, te he traído un regalo"

-Vaya, gracias, ya era hora- me dice aceptando la maquinilla y la espuma de afeitar que le entregaba- aunque tendrás que hacerlo tú dado que no tenemos espejo.

Le sonrío y me pongo manos a la obra. Pablo se sentó con la espalda contra la pared y las piernas cruzadas, por lo que me coloqué frente a él.

Le sujeto la barbilla y él me observa mientras lo afeito con cuidado, la piel pinchuda por su barba volviéndose suave al ser afeitada. Cuando termino lo limpio con un trapo y contemplo mi obra.

Pablo me sonríe, sus ojos verde esmeralda eran dos piedras preciosas en el medio del infierno.

-¿Te gusta lo que ves?- me pregunta y ruego los ojos, apartándome.

"Creo que es hora de que vengas conmigo" le digo en mi lenguaje.

-Ya hablamos de esto. Podrían traer a Kim de vuelta.

"Kim está muerto"

-No digas eso, no lo sabes.

"Han pasado dos meses"

-¡A mi me tuvieron más tiempo y mira, aquí estoy!

"Eso es porque los amenacé con irme permanentemente si no te traían de vuelta".

Pablo bufa.

-Como si me hiciera sentir mejor el hecho de que estés aquí por mi culpa- masculla.

Había intentado teletransportarme fuera de nuestra celda y dentro de la Base de Sebastian en incontables ocasiones pero era peligroso. Sebastian se encontraba en el Éter lo cual significaba que tenía todo este lugar controlado. Para nuestra fortuna, todavía no parecía manejarlo a la perfección por lo que sus poderes no eran lo que los de Urian fueron alguna vez.

Quizás es la poca humanidad que queda en Sebastian luchando por hacer las cosas bien.

Mis desapariciones de la celda tenían que ser casi imperceptibles y de no más de unos minutos o lo notaría, incluso mis desapariciones fuera de la Antártida no podían ser excesivas.

Cuando llegamos éramos cuatro. Ahora solo quedábamos Pablo y yo. Bueno, y Kim según él.

"Volveremos por él" le digo "Prometo que en cuanto encontremos al escuadrón de Sebastian volveremos aquí, encontraremos a Kim y acabaremos con esto de una vez por todas"

-No lo entiendo- me dice- ¿Por qué estás tan empeñada a encontrar su escuadrón? No eran tus compañeros, no entrenaste con ellos.

"No lo hice, pero conocí a uno de ellos. Tenemos que encontrar a Sher, él es el único que podría llegar a Sebastian, traerlo de vuelta con nosotros"

-¿Qué tiene ese chico que lo haga tan especial?- me pregunta- Por lo que oí siempre fue algo engreído.

-No lo sé- admito sonriendo al recordar nuestro primer encuentro, lo sorprendida que había estado al escuchar esa adulta forma de hablar en alguien tan joven- Pero es fácil quererlo. Sebastian lo quería como a un hermano. Tenemos que traerlo, por favor Pablo, ven conmigo.

Mi amigo miró hacia a la puerta, el lugar por el cuál se habían llevado a nuestro amigo y nunca lo habíamos vuelto a ver.

-Bien- accede finalmente, aunque puedo ver sus ojos llenos de culpa- hagámoslo.

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