44. La batalla final (parte 2)

453 73 23
                                    

Pablo

Mientras el infierno se desataba en las paredes del exterior, nosotros nos encontrábamos corriendo por los pasillos del edificio central en busca de nuevos aliados.

-Ustedes estuvieron aquí, ¿Saben cuál es el camino?- pregunta Selene. Némesis y yo estábamos agitados debido al paso rápido, sin embargo ella y Hércules lucían inmaculados, sus cabellos brillantes y sus rostros decididos.

-Tenemos que llegar a las celdas- les explico. Némesis pone un brazo frente a mí obligándonos a frenar de golpe justo a tiempo, ya que un grupo de Desertores atravesó el pasillo frente a nosotros con tanta urgencia que ni siquiera nos prestaron atención- Mierda, eso estuvo cerca.

Némesis frunció el ceño y me habló en señas.

La próxima vez no tendremos tanta suerte. Me dice. Necesitaremos toda nuestra energía para enfrentar a los guardias.

-Lo siento, tienes razón- me disculpo y me dirijo hacia las dos deidades- solo síganme, estamos muy cerca.

Recorrimos el siguiente tramo en silencio. Varios grupos de Desertores se cruzaron en nuestro camino, sin embargo, podíamos oír sus ruidosas botas golpear contra el metal del suelo mucho tiempo antes de que se acercaran lo cual le daba tiempo a Selene para elevarnos hasta el techo y ocultarnos.

Apenas habíamos vuelto a tocar el suelo cuando una voz habló a nuestras espaldas.}

-¿Chicos?

Reconocería esa voz en cualquier parte.

-¡Kim!- lo llamo, un alivio profundo recorriéndome de pies a cabeza- ¡Estás vivo!

El mismo lacio cabello negro, los mismos ojos oscuros y alargados. Lucía algo pálido y delgado pero, por lo demás, intacto. Nuestro amigo abre ambos brazos y en un instante le estoy devolviendo el abrazo, Némesis uniéndose a nosotros. La oí sollozar y, cuando rompió el abrazo, le habló en señas.

Realmente me alegra que estés bien. Le dice. Kim también había aprendido lenguaje de señas durante nuestro período cautivos.

Me alegra que ustedes estén bien. Responde, sus ojos llenos de gratitud. Cuando mira a nuestros dos acompañantes, su expresión pasa a la incomprensión absoluta.

-Hércules- se presenta el Dios.

-Selene- contesta la otra.

-No hay tiempo para explicar- digo con una sonrisa ante su estupefacción- ¿Había más gente contigo?

-Sí- contesta Kim tarando un segundo más en apartar la mirada de Selene- pero últimamente trajeron muchos prisioneros nuevos así que hay más en otro sector, si vienen conmigo puedo llevarlos hasta allí.

-Bien- accedo y me dirijo hacia Hércules y Selene- ustedes liberen a los prisioneros de este sector. Deben seguir hasta el final de este pasillo y bajar las escaleras hasta el subsuelo, las celdas están allí abajo.

-Les diría suerte pero no creo que la necesiten- concluye Kim. Selene le sonríe radiantemente.

-Gracias, suerte para ustedes también.

Observamos a los dos Dioses partir un instante antes de que Némesis golpeara su puño contra la pared para traer su atención. Ambos la observamos, sorprendidos.

Acabamos de hacer la división de equipos más idiota que vi en mi existencia así que al menos no perdamos el tiempo y vayamos por el resto de los prisioneros.

Kim nos guió a través de una serie de pasillos que no había recorrido jamás. Tenía sentido considerando que las únicas veces que vi algo que no fuera una celda fueron las veces que me sacaron para torturarme. Era Urian quien realizaba las torturas: usaba el Éter y me costó mucho tiempo recuperarme luego de que lo usara en mí.

Para cuando Kim se detuvo habíamos llegado a lo que parecía ser un depósito.

-Oye Kim- lo llamo comenzando a voltearme hacia él- no creo que este sea...

Apenas llegué a voltearme cuando sentí un dolor agudo en el estómago. Quizás era el shock, pero tardé un instante en comprender lo que había sucedido. Kim se encontraba frente a mí y su mano sujetaba una cuchilla, una cuchilla que hundió en mi estómago hasta el final.

-Me dejaron aquí para morir- escupe, sus ojos llenos de ira- ¡Urian me torturó por días para obtener su ubicación! ¡Y ni siquiera la sabía!

Sus próximas palabras se vieron ahogadas por Némesis. Ella no podía gritar, sin embargo un sonido gutural salió de su garganta, como si se estuviera ahogando. En un instante se teletransportó detrás de Kim y lo lanzó lejos de mí con una fuerza aterradora.

Caí al suelo, la cuchilla repiqueteando contra el concreto . Némesis se interpuso entre mí y el cuerpo caído de Kim y se agachó para agarrar la cuchilla. Quise levantarme pero un mínimo movimiento hizo que mi visión se oscureciera y una sensación nauseabunda me inundara. El dolor en mi estómago era insoportable, pero aún más horrorosos eran los sonidos de la respiración ahogada de Némesis mientras avanzaba hacia Kim.

Una vez le pregunté por qué había elegido Némesis como apodo de heroína y ella me explicó que ella no quería ser un héroe. Ella había nacido en un barrio pobre y humilde, rodeada de injusticias. Ella no quería ser la salvadora de nadie, quería ser su vengadora. Quería ser un castigo caminante, una venganza con cara y cuerpo. Una Némesis.

Y la Némesis de Kim estaba condenada. Kim apenas tuvo tiempo a arrastrarse cuando ella se agachó sobre él y le cortó el cuello con la misma navaja que me había apuñalado.

Némesis esperó a que dejara de moverse y, entonces, se volteó hacia mí. Mi amiga se teletransportó a mi lado y colocó mi cabeza sobre sus rodillas, lucía desolada a través de las lágrimas que bañaban sus mejillas.

Ni siquiera puedo llamar a alguien por ayuda. Me dice en señas, aunque apenas pude entender lo que sus manos temblorosas me decían. Las sujeto entre las mías, apenas podía sentir la punta de mis dedos cuando lo hice y el movimiento fue algo torpe, sin embargo Némesis se aferró a ellas como si se aferrara a la vida misma.

-Némesis- la llamo, sintiendo un sabor metálico en la boca. Ella asiente, podía sentir todo el dolor en su cuerpo tembloroso contra el mío. Cuando uno estaba triste, lloraba, cuando uno sentía que la vida era demasiado, gritaba. Ella no podía hacer ninguna de esas dos cosas.

Némesis se señaló a si misma y sentí mis ojos humedecerse a medida que la observaba cruzar ambos brazos sobre su pecho para luego señalarme a mí.

Te amo. Me dijo y se inclinó para besarme. Su beso fue como un último fuego, una última llamarada de vida y, mientras comenzaba a sentirme ligero y lejano, solo pude pensar que si esto se sentía morir, regalarle mi último aliento a los labios de Némesis era la mejor manera de terminar esta vida.

GeneticsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora