46. La Batalla Final (Parte 4)

470 75 13
                                    

Otrera

Hacía rato que había perdido de vista a mi compañía en el cielo. La oscuridad era abrasadora y solo nos alumbraban los débiles postes de luz de la Base y las ocasionales llamaradas del Dios del Fuego.

Todo a mi alrededor era muerte, gritos y chillidos demoníacos. A mis pies, ya casi no había un sector de nieve blanca, un Mar Rojo en el fin del mundo.

Cicero y yo combatíamos como podíamos, a estas alturas sólo podíamos atacar a quien fuera lo suficientemente estúpido como para acercarse a nosotros.

Por un momento, nuestro enemigos disminuyeron. Observo las grietas y me percato de que ya no salían demonios de las mismas.

-¿Los matamos a todos?- me pregunta Cicero. Mi caballo Alado se mantenía fuerte en el cielo, sin embargo lo habían herido y no sabía cuánto más podría resistir se esta manera.

-Es imposible- niego- hay millones de demonios en el Tártaro.

-Tengo un mal presentimiento- murmura mi caballo vociferando mis propios pensamientos.

Los Elementos vuelan hasta estar a mi lado, imaginaba que el Dios del Aire estaba haciendo flotar a sus compañeros.

Los cuatro lucían impecables en sus armaduras, ningún demonio había sido lo suficientemente fuerte como para acercarse a ellos, ninguno representaba una amenaza. Quizás es por eso que sentí una punzada de miedo al ver la preocupación en sus rostros.

-Esto no es bueno- me dice Eiden- se han retirado.

-Quizás Urian les ordenó que lo hagan, quizás planea algo- propongo. Hallie niega.

-No. Nos enfrentamos al Éter antes y sabemos como se siente su presencia- descarta la Diosa del Agua- si él tuviera algo que ver con esto créeme, lo sabríamos.

-¿Y entonces...?

Mis palabras se vieron ahogadas por un ruido ensordecedor.

Los Genetics y los Desertores restantes gritan bajo nosotros y, cuando los observo, veo que la tierra alrededor de las fosas se está desmoronando debajo de ellos.

-¡Kaia, evita que se destruya el suelo o todos los nuestros caerán directamente en el Tártaro!-ordena Eiden- ¡Myles, salva a los nuestros!

-Si me concentro en los humanos no podré guiarlos en el aire- dice Myles.

-Estoy en mi Elemento- le dice Hallie señalando a su alrededor. En estos momentos, era nuestra aliada más poderosa- estaré bien.

-Sube conmigo- le digo a Eiden- lucharemos juntos.

El Dios del Fuego toma mi mano y tiro de él hasta que puede subir a Cícero. Myles y Kaia se van volando y Hallie se deja caer al vacío, sin embargo, cuando está por estrellarse el hielo bajo ella se derrite, envolviéndola y lanzándola hacia afuera de vuelta, completamente seca.

-Impresionante- murmuro. Detrás de mí, Eiden ríe.

-Lo sé.

Debajo de nosotros Kaia y Myles se encontraban muy ocupados. Myles volaba de un lado al otro rescatando a todos los que podía y Kaia usaba todos sus poderes para evitar que el suelo colapsara bajo sus pies.

Hallie se unió a ellos y comenzó a patinar sobre planchas de hielo que iba generando bajo sus pies. Si veía un Demonio y Desertor lo congelaba y vi veía un Genetic lo llevaba a tierra firme con su agua, dejándolos secos por completo.

Eran un buen equipo incluso sin Eiden dirigiéndolos, era evidente que habían peleado muchas batallas juntos y sabían el alcance de sus habilidades, sin embargo aquello no podía quitarme la inquietud que crecía en mi interior.

-Siento el calor del Tártaro más cerca- me dice Eiden- Algo está intentando salir, algo muy grande.

-¿Qué tan grande?- le pregunto, preocupada.

-Estuviste en Paris, imagino que tú y mi hermano Hércules dieron algún paseo romántico para ver la Torre Eiffel.

-No se presentó la ocasión.

-Lástima- comenta Eiden, su mirada fija en sus amigos- Parecen de ese tamaño, por el calor que percibo.

-No lo entiendo, ¿Qué es lo que percibes?

-Solo hay un grupo lo suficientemente fuerte como para hacer esto. Fueron encarcelados en la parte más profunda del Tártaro donde el calor es tal que permitió mantenerlos cautivos por millones de años.

-Los Titanes- adivino, todo Griego respetable sabe sobre ellos.

-¿Cómo es posible?- le pregunto- ¿Cómo hicieron para liberarse?

-Urian no está aquí- me dice Eiden, su voz grave- pero el Éter está en todas partes.

-Nos ha engañado- murmuro.

-Ha estado en el Tártaro- confirma el Dios del Fuego. Podía sentir el calor que emanaba de él a través del traje de los Genetics: una furia no controlada.

-¿Crees que liberó a Los doce Titanes?- le pregunto.

-No, eso llevaría demasiado tiempo contesta Eiden- pero no los necesita a todos para vencernos. Sólo necesita al más fuerte, al Titán que más odia a mi padre, al Titán que odia a Zeus incluso más que Urian.

Su nombre llegó a mí como una puñalada en el estómago. Cuando era pequeña, todas las historias de terror llevaban su nombre.

-Cronos.

GeneticsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora