Capítulo 5

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Por el camino estuvimos muy callados. Me sentí inhibida sin el estruendoso ambiente del bar. La voz de Rod Evans1 nos envolvía y yo no podía despegar la vista del brazo derecho de Jonathan. Tenía un enorme tatuaje que muchos catalogarían como hereje, pero a mí me parecía impresionante; tendría mucho valor para hacerse algo así. Él notó mi mirada sobre el dibujo y sonrió.

Jonathan: ¿Te gusta?

Su: Es muy bueno.

Jonathan: Pienso extenderlo hacia el antebrazo, pero todavía no sé bien qué quiero.

Su: Seguro algo que vaya en contexto con éste.

Jonathan: Sí, pero todavía no se me ocurre nada.

Su: Por mientras, éste es sexy...- susurré.

         Jonathan extendió una sonrisa abochornada. Dios, su sonrisa tenía una mezcla de inocencia y perversión, y le sentaba tan bien.

Jonathan: Hay cosas más sexys en mí- se burló.

Su: (reí) Oh, señor pretencioso.

Jonathan: (se encogió de hombros) Sólo digo la verdad, no tengo por qué mentir.

Su: Oh, no. No hay manera de comprobarlo, puedes estarme mintiendo- jugueteé.

         Él soltó una risa burlona.

Jonathan: Claro que hay manera de comprobarlo...

Su: Amm... no, en definitiva, no.

Jonathan: ¿Es un no rotundo?

Su:............ ¡Espera! ¿Cómo es que derivamos a esto?

         Jonathan se rió, encogiéndose de hombros. Dejamos de hablar, y pude darme cuenta de que él también estaba inhibido. ¿Se había apenado? Es posible que incluso más que yo. ¿Cómo podía el sujeto que canta A.D.I.D.A.S. ser tan vulnerable, tan tímido? Era delirante. Me provocaba una mezcla de ternura y exaltación, tal vez... ¿Excitación? Me puse roja nada más de pensarlo. ¿Qué diablos me pasaba?

         Debió ser la cerveza. Sí, seguro.

         El resto de los cinco minutos de camino fueron nuevamente en silencio. Jonathan se mordía de vez en cuando el labio, ansioso.

         Finalmente llegamos a mi conjunto departamental- el de mi abuela, más bien- y se estacionó lentamente cerca de mi edificio. Paró el coche y se giró hacia mí.

Jonathan: Listo. Llegamos.

Su: Gracias, Jonathan.

Jonathan: Sí, gracias a ti. Me gustó pasar tiempo contigo.

Su: A mí también...

         Me quedé allí, sin saber exactamente qué hacer, y de pronto, sin la música del estéreo de fondo, el silencio incómodo se extendió. Yo miraba hacia abajo, consciente de que él me analizaba con recelo, esperando a que reaccionara, a que hiciera algo, a que dijera algo. Pero aquello me ponía más nerviosa, y de pronto la inseguridad me invadía, haciéndome sentir patética, y un pánico que me hacía querer salir corriendo crecía en mi pecho. ¡Diablos! Me odiaba profundamente por esto.

Su: Bueno... esto... me voy, yo...- retrocedí para abrir apresuradamente la puerta- ¡Ah, claro! Tu chamarra.

         Hice amago de quitarme la sudadera, pero él me detuvo.

Jonathan: No, quédatela. Me la regresas después.

Su:... ¿Seguro? Pero hace frío y tú no tienes nada.

EL HOMBRE QUE DISIPÓ EL MIEDO DE SER © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora