CUARTA PARTE | Capítulo 26

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Tenía miedo de reclamar mi derecho a ser, porque sentía que no lo merecía.

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Jonathan me llevó a casa para cambiarme de ropa, arreglarme un poco y avisar a mi familia de que, de nuevo, iba a volver a salir.

         Me puse una playera roja, unos jeans negros y unos converse rojos. Me alisé lo mejor que pude el cabello y me extendí una ligera capa de sombra negra sobre los parpados. Incluso me enchiné las pestañas. Cuando me miré en el espejo resoplé, no bien convencida del resultado, pero sin más tiempo que perder, salí de mi habitación y contemplé a mi abuela, sentada en el sofá, conversando con Jonathan, que estaba de pie junto a la puerta.

         Me quedé estupefacta. Se supone que él esperaría en el coche. Cuando me miraron, Jonathan se encogió de hombros, como disculpándose.

Jonathan: Tu abuela me pidió que subiera.

         La miré a ella, frunciendo el ceño.

Xx: ¿Qué?- se cruzó de brazos- ¿No pensabas presentarme a tu galán?

Su: ¡Abuela!

         Miré a Jonathan, ruborizada, y lo contemplé conteniendo una sonrisa, mirando hacia el suelo.

Su: (bufé) Oye, voy a pasar el día afuera.

Xx: ¿A dónde vas a ir?

Su: Pues... Voy a estar con Jonathan y con unos amigos. Te avisaré si regreso a dormir o no.

         A esas alturas ya tenía un pie afuera de la casa, casi empujando a Jonathan para salir corriendo. Ella me dirigió una mirada asesina.

Jonathan: Le prometo que cuidaré de ella, señora- le sonrió tímidamente.

         De pronto mi abuela relajó su expresión, suspiró y me miró con recelo.

Xx: Ten cuidado, Susan. ¡Y avísame antes de que se haga muy tarde!- miró a Jonathan- Por favor, cuídala bien. Puede llegar a ser tan despistada, torpe y olvidadiza.

Jonathan: (sonrió) Se lo prometo. Hasta pronto, señora.

Xx: Adiós, adiós. Diviértanse.

         Salí de la casa, más bien arrastrada ahora por Jonathan, perpleja. Cuando cerramos la puerta detrás nuestro, aun en las escaleras, me quedé anonadada, observando a Jonathan por unos segundos.

Jonathan: (se encogió de hombros) ¿Qué?

Su: (fruncí el ceño) ¿Qué fue lo que le hiciste a mi abuela? Ella nunca es amable con mis amistades, mucho menos con las nuevas.

Jonathan: (levantó una ceja, divertido) ¿Qué pasa? ¿Crees que no puedo conquistar mujeres más grandes?

         Me tomó de la mano y me encaminó escaleras abajo, apurándome.

Su: Oh, ¿tienes esa clase de fetiches, John?

Jonathan: (rió) No. Pero tengo otros cuantos que te perturbarían bastante más...

         Me sonrojé, tratando de evitar que mi mente comenzara a volar e imaginar cosas indecorosas. Fallé garrafalmente, reflexionando en que, muy probablemente, sean cuales fueses esos fetiches, a mí me excitarían completamente, siempre que fuesen de él.

         Bajé la mirada y lo seguí hasta el estacionamiento. Cuando estuvimos junto al auto me soltó y nos dirigimos cada quien a su asiento. Mientras él ponía en marcha el flamante auto rojo, fui consciente de que mi abuela nos miraba desde la ventana alta del departamento.

EL HOMBRE QUE DISIPÓ EL MIEDO DE SER © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora