EL HOMBRE QUE DISIPÓ EL MIEDO DE SER © [TERMINADA]

Capítulo 39

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NOTAS DEL AUTOR:

Empieza el drama. Mucho drama. Creo que a partir de aquí esto se convierte en una historia densa y difícil de digerir.

Lamento mucho convertir a Jonathan aquí en un hijo de puta, pero creo que si no le doy un poco de salseo a la historia no tendría sabor. Al mismo tiempo, quiero recalcar que intento retratar a un personaje muy lastimado y dañado emocionalmente. Evidentemente, con ese historial, no podría ser un hombre perfecto. Pero lo que quiero es justamente eso, mostrar las adversidades que alguien así podría enfrentar. Sin embargo, poco a poco se irán desvelando cosas que le darán sentido a muchas actitudes de los personajes que, a lo mejor al principio, parecen precipitadas. Todo a su tiempo.

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Se quedó de pie, apoyado en la puerta del coche, aun encendido. Black Sabbath sonaba a través de las ventanas de fondo. Yo no me atreví a moverme demasiado. Me situé a un lado de él, a poco menos de un metro de distancia, y lo observé mientras le daba un par de caladas al cigarro que acababa de encender y soltaba el humo hacia el cielo nocturno de la víspera de Navidad.

         Su perfil se iluminaba con el brillo de las luces navideñas que adornaban la casa de su madre. Observé con detenimiento su rostro, su nariz, sus labios, su barba corta, sus ojos negros, su cuello, sus manos, sus rastas. Suspiré y me aferré con ahínco a su sudadera que aún llevaba puesta. La olfateé discretamente, queriendo recuperar un poco de su aroma impregnado. Aún olía a él. Me mordí el labio, evitando ponerme a llorar de la impotencia por no poder arrojarme a sus brazos desnudos en ese momento como deseaba.

         Entonces él inspiró con fuerza por la nariz, sacando el humo por sus fosas nasales, antes de finalmente girar su rostro hacia mí. Fruncía profundamente el ceño, pareciendo realmente molesto, y eso me alarmó. Me así con más fuerza a la sudadera que me rodeaba, como si me protegiera.

Su: Jonathan... ¿Estás... molesto conmigo?

         Su expresión no varió, o al menos no pude notarlo bajo la tenue oscuridad que nos envolvía. Tras unos segundos de silencio creí que no iba a responder nada, pero, entonces, habló.

Jonathan:... ¿Por qué lo hiciste?

         Su voz era profunda, grave, pero pasiva. Parecía contener las ganas de gritar.

Su: ¿Hacer el qué?

Jonathan: ¿Por qué no me dijiste que Lillie iba a estar ahí?- subió un poco el tono de su voz.

Su: Eh... yo... humm...- bajé la cabeza, abochornada.

Jonathan: ¿Te pareció que era una buena idea ocultarme algo así?- avanzó un paso hacia mí- Fue ella con quien hablaste, ¿verdad?

         Sin levantar la cabeza, ocultando mi rostro tras mi cabello enmarañado, asentí débilmente.

Jonathan: (gruñó) ¿Por qué me mentiste?

Su:... Lo siento.

Jonathan: No quiero que te disculpes- bramó- Quiero que me digas por qué puta mierda no me dijiste que fue ella la que vino. Y lo de mi padre, ¿también te pareció gracioso ocultarme que el imbécil está en el hospital?

         Levanté la cabeza de golpe, mirándolo con sorpresa.

Su: ¿Qué?... No... Ella no dijo nada de eso... Ella... venía con tu padre... él estaba en el coche, esperando... Eso fue lo que ella dijo... Dios mío, ¿tu padre está en el hospital?