Capítulo 19

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Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio...

         No... Me odio a mí misma por haberlo amado, por haber sido tan tonta, tan crédula.

         ¿Recuerdas que yo te amaba? ¿Recuerdas que me cogiste un par de veces? Tengo que confesarte algo, Dylan: no sentí absolutamente nada. Mi pecho estaba muerto cuando lo besabas, también mi vagina, y tus labios sabían a roca, no podía disfrutarlos realmente. Y lo único que yo buscaba de ti era un alma.

         ¿Recuerdas que me gustabas? Era mentira, ahora realmente me pareces atractivo. Cada vez que pensaba en ti no pensaba en tu pene, Dylan. No quería tu miembro, no quería tus manos, no quería tus labios. Solo quería cariño. Quería que me dijeras "te quiero". Quería alguien a mi lado, que cuando yo sintiera el frío del mundo me abrazara y me hiciera sentir bien.

         Pero, ¿te digo algo, Dylan? Tú nunca me hiciste sentir así. Nunca me hiciste sentir cobijada. Tus manos estaban sucias, tu cuerpo era rígido, tu mirada era oscura. Yo nunca pude profundizar en tus ojos, yo nunca pude verme a mí misma a través de ellos. Ahora me pregunto por qué sería.

         ¿Recuerdas que te dije que te amaba? No era cierto, querido Dylan, porque ni yo misma me amaba. En realidad, yo no te amo ni te amé nunca. Pero te necesitaba, eso sí. Te necesitaba como nunca necesité a nadie más. Es verdad que yo hubiera muerto sin ti, que yo respiraba a través de ti. Sí, yo vivía de ti.

         Oh, mi querido Dylan, cuánto lo siento. Deposité en ti un peso que no te correspondía, te eché la culpa de tantas cosas.

         No te odio, Dylan. No es odio lo que siento.

         Perdóname. Debiste estar muy asustado cuando descubriste cuánto dependía yo de ti. ¿Cómo podrías haberme amado si tú tampoco te amabas a ti mismo? ¿Acaso te amas ahora? Lo siento tanto, Dylan, por no habértelo preguntado nunca. Quería tanto que me amaras que nunca me importó si realmente tú eras capaz de amar.

         ¿Qué quería de ti? Quería un hombre en mi vida, un hombre bueno, un hombre al que yo le importara. A mi padre no le importé. A mi padrastro tampoco. Quería importarte a ti. Quería que existiera ese hombre con el que pudiera comprobar que los hombres buenos existen y que no me repelen. Pero no era así, no tenía que haber sido así.

         Oh, Dios mío, Dylan... En realidad, al final de cuentas, fui yo quien te utilizó a ti... Fui yo, Dylan. Fui yo la que se aprovechó de tus carencias emocionales, y quise convertirte en la imagen de mi idealización estúpida del amor.

         Cuanto lo siento, Dylan... Lo lamento muchísimo. De verdad espero con todo el corazón que algún día me puedas perdonar.

         Para ser completamente sincera, yo no creo en los hombres buenos y, si los hay, no creo que me quieran a mí. ¿Por qué razón? No tengo la menor idea. Pero tú no eres malo, Dylan. Eres un hombre triste, lastimado, igual que yo, igual que Jonathan.

         Oh... Jonathan. Él tampoco es un hombre malo, ¿no es así? No... no voy a hacerle lo mismo que te hice a ti, lo prometo. No voy a envenenar su recuerdo con mis inseguridades.

         ¿Puedes perdonarme, Dylan? Te prometo que a partir de ahora te dejaré en libertad: Ya no volveré a maldecirte, ya no recordaré los malos tiempos y, si lo llego a hacer, ya no te echaré la culpa por ellos. Ninguno de los dos tuvo la culpa, tú y yo simplemente estábamos mal, y al final nos lastimamos porque no sabíamos hacerlo de otra forma.

EL HOMBRE QUE DISIPÓ EL MIEDO DE SER © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora