Capítulo 22

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Desde esa noche tuve que comenzar a cuestionarme muchas cosas. Me sentía repentinamente más liviana, como si hubiera dejado atrás una carga que me impedía ver la luz del sol. Es difícil de explicarlo. Era como si de pronto tuviera la ilusión de que, tal vez, habría hombres a los que podría amar.

         Tal vez yo no era una puta y ellos no eran monstruos.

         Tal vez coger no era algo realmente malo. Tal vez no tenía que sufrir cada vez que lo hiciera.

         Tal vez, poco a poco, podría dejar de sentir esta aversión hacia el sexo y hacia los hombres que me privaba de disfrutar la vida.

         Pero tal vez no.


Esa noche dormí cobijada en los brazos de Jonathan, y volví a tener aquel sueño de los maniquís, en donde estaba frente a una vitrina con cientos de personas al otro lado.

         Pero esta vez no podían romper el cristal, esta vez se hacían más débiles con cada golpe, y yo sentía que aquella presencia, aun detrás de mí, esta vez estaba a la defensiva y lista para atacar. Era más fuerte ahora, más decidida, y su mirada estaba fija sobre mi nuca, acechante.

         Me recorrió un escalofrío, como si aquella mirada invisible me quemara la piel. Pero no era miedo, ni nervios... Tal vez era júbilo, emoción o excitación. No estoy segura, pero sé que aquella mirada, que yo no podía ver, que parecía ser voraz, me colmaba más de vida que todas las miradas que tenía al frente.


Desperté con una sensación de bienestar, acunada por un calor que me envolvía la cintura y la espalda. Cuando espabilé me di cuenta de que había abierto los ojos antes de que sonara el despertador, y de que aquel calor sobre mi cintura era un cuerpo a mis espaldas.

         Jonathan me rodeaba con sus brazos, aferrado a mí en sueños, con su cara hundida sobre la almohada y sus rastas desperdigadas sobre sus hombros desnudos. Lo miré por encima del hombro y sonreí. Estaba profundamente dormido pero sus manos me sujetaban con firmeza, como si fuese una almohada.

         Cuando traté de moverme él se revolvió adormilado y me apretó más hacia su cuerpo. Me quedé en mi lugar, sin querer despertarlo, y miré hacia la ventana cerrada, que apenas comenzaba a iluminarse con el alba. Acaricié distraídamente el dorso de su mano, posada sobre mi abdomen, y comencé a reflexionar con somnolencia todo lo que había vivido esta semana.

         Era alucinante cómo había cambiado mi vida desde que lo conocí. Había pasado tan poco tiempo, apenas una semana, y yo ya lo quería... Ya estaba enamorada de él.

         ¿Cómo pude dejar que pasara esto? Está bien, eso no significaba que fuese a pasar algo más. No es como si de verdad fuese a suceder algo después de los dos meses que él estaría en la ciudad... ¿cierto?

         Resoplé. De pronto su mano sobre mí se hacía pesada.

Su: Es solo un amor platónico, un enamoramiento pasajero. No es como si tuviera demasiadas expectativas o quisiera ser la mujer de tu vida...- musitaba para mí misma- Maldición, Jonathan. Yo no hago estas cosas, no salgo con nadie desde hace tanto tiempo... ¿Por qué de pronto tú, y con tanta fuerza?

         La razón me pareció bastante obvia en ese momento: la abstinencia me hacía ver glaciares donde hay charcos de agua. Pero Jonathan era un lago entero, y yo lo veía como un mar completo. Y eso no era bueno. ¡Maldición! No podía caer de nuevo en esto.

EL HOMBRE QUE DISIPÓ EL MIEDO DE SER © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora