Capítulo 30

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ADVERTENCIAS DEL CAPÍTULO:

Este capítulo contiene escenas de sexo explícito (¡mucho!) y lenguaje fuerte. Se recomienda discreción.

Personas menores de edad (-18) que lean este contenido será bajo su propia responsabilidad y teniendo en cuenta las advertencias anteriormente mencionadas.

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Yo tenía mis razones para estar enojada, estaba muy convencida de eso. Para empezar, me había echado en cara lo de Tony sin venir a cuento. De alguna forma me había llamado zorra de forma indirecta... porque eso es lo que me había querido decir, ¿no?

         Además, ¿quién se creía para poder celarme de todo el mundo, pero creer que él podía hacer lo que quisiera con quien fuera sin que a mí me afectara? Yo no iba a dejarme pisotear solo porque él lo decidiera así.

         No. Yo estaba en mi derecho de estar enojada y que fuera él quien se retractara.

         Habíamos llegado al hotel, porque todo el mundo se había dispuesto a despejarse del pesado ensayo. Compraron alcohol, una enorme pizza y se atrincheraron en la habitación de Fieldy. Emily se había unido porque Head la había invitado a quedarse. Munky no parecía muy feliz por ello, pero no protestó nada. Finalmente, Emy y él ya no se llevaban tan mal, pero seguían teniendo una extraña rivalidad en prácticamente todo. Me alegraba por ella, y porque así podía acompañarme con ellos y ya no sentirme tan sola. Sin embargo, en esos momentos, me sentía más fuera de lugar que nunca.

         La noche pasaba lenta. Cuando ya llevábamos más de media botella de whiskey entre todos, miré el reloj y apenas eran las 11:30. Nos habíamos instalado en el suelo alfombrado y el sofá de la sala donde estaba la TV. Allí llevábamos largo rato, platicando de chorradas y escuchando música. Los chicos nos contaban a nosotras anécdotas de hace algunos años.

         Me sorprendía darme cuenta de que Jonathan había vivido tantas cosas mucho antes de que yo apenas dejara de ser una niña. Mientras yo terminaba la secundaria él ya tocaba con su banda Sexart en los pubs de California y estaba saliendo de la carrera de forense.

         Yo escuchaba todo, sentada en el suelo, con Emily a mi derecha y David, sentado en el sofá a mi izquierda. Del otro lado del sofá, bastante lejos de mí, estaba Jonathan, escuchando con su vaso en la mano, casi ausente. Yo lo había evitado cuando llegamos y hasta ese momento no habíamos intercambiado más que miradas furtivas y pocas palabras en contexto a la plática.

         Mientras Munky narraba una de sus aventuras en un viaje que hizo hace años donde probó hongos alucinógenos, decidí ir al baño. Me levanté y anduve a trompicones, y cuando llegué y me encerré dentro, me di cuenta de que ya estaba bastante borracha.

         Salí pocos minutos después y me miré al espejo: llevaba un chongo alto y la chaqueta de Jonathan que me había prestado el sábado. Suspiré y salí hacia la sala, y al ver a todos entretenidos, decidí salir al balcón un momento, con la intención de despejarme un poco para dejar de estar tan mareada.

         Salí y admiré la mágica ciudad nocturna, llena de luces y coches transitando por las calles todavía congestionadas. Suspiré, inmersa en tal estampa, y deseé tener un cigarro en ese momento. Me sentía... sola.

         Pocos minutos después alguien llegó a mi lado. Le sentí por el olor a cigarro que inundó el ambiente. Me giré sobre mi hombro, sin apartarme del balcón, y observé como Jonathan caminaba lentamente hasta mi lado, con una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo el cigarro encendido. Se posó a mi lado, soltó el humo hacia arriba y me miró, recargando su codo sobre el balcón. Me encogí de hombros y desvié la mirada. ¿Por qué me sentía intimidada? Era él quien tenía que sentirse mal, no yo.

EL HOMBRE QUE DISIPÓ EL MIEDO DE SER © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora