Capítulo 55

133 11 7
                                    


Al día siguiente amanecí con resaca, pero me sentía tan ensimismada con el mundo que no me di el lujo de lloriquear por el dolor de cabeza durante la mañana. Me puse un pans viejo que tenía guardado desde hace mucho tiempo en mi armario y me hice dos trenzas, porque así solía peinarme mamá cuando no tenía tiempo de hacerme peinados bonitos. Y me salí de casa muy temprano, luego de tomarme un café cargado, tal como los hacía en el Daphne's Coffee. Mi familia me miró salir, pero no me dijeron nada, porque esta vez había desayunado y porque no me había tardado demasiado en la ducha. Y en vez de tomar el autobús por la prisa de llegar puntual a algún lugar, me fui caminando, disfrutando de una mañana fresca y de las calles ajetreadas, porque aún era viernes.

         Así llegué alrededor del mediodía al antiguo local del Daphne's Coffee, que ahora estaba desértico y parecía como si no lo hubieran habitado en años, lo cual me provocó una nostalgia avasalladora.

         Abrí las puertas de cristal del frente y adentro observé las mesas, la barra y el gabinete de la caja registradora vacíos, y comprendí que allí nunca más volvería a ver a Em, ni a Tony, ni a Marie, ni a Fey, ni a Rui, con sus delantales y sirviendo café. Recorrí todo el comedor y me senté en la última mesa del final del pasillo, mirando hacia el ventanal, recordando los años que pasé en ese lugar.

         Cuánto había cambiado en dos meses.

         No fui consciente del tiempo, pues en algún momento de la tarde, escuché las puertas abrirse a mis espaldas, y pasos aproximarse a mí, y alguien se quedó parado a mi lado, con las manos en los bolsillos, observándome. Levanté la mirada, algo contrariada, y al ver ese dulce rostro tan conocido, sonreí.

         Jonathan me miraba con ojos pasivos, tranquilo, con una media sonrisa ladeada, con sus rastas en una coleta y su chándal azul marino puesto.

Jonathan: ¿Puedo tomar su orden, señorita?

Su: (me reí) Sí... quisiera que todos se fueran a la mierda.

Jonathan: (levantó una ceja y sonrió) Lo siento, solo tenemos café, cerveza, refresco y jugos...

Su: (volví a reírme) Tráigame solo agua.

Jonathan: (sonrió ampliamente) Si me permite recomendarle... el café es bueno para las penas.

         Y entonces comencé a reírme con más ganas, sin poder reprimirme, contagiándolo de mi risa.

Jonathan: Todavía me pregunto de dónde carajo sacaste esa frasecita de novela cursi.

Su: Bueno... Al menos te saqué una sonrisa. Deberías darme puntos por eso.

Jonathan: Sí, lo hiciste... pero fue malísima, de todas formas.

Su: (reí) Lo sé... no me culpes. Me tenías conmocionada.

         Asintió mientras seguía sonriendo, y se sentó frente a mí, mirándome a los ojos, con esa mirada dulce y arrogante, tan hermosa y caótica para mí.

Su:... ¿Cómo supiste que estaba aquí?

Jonathan: Después de la llamada de ayer decidí ir a buscarte hoy, a tu casa, y me recibió tu abuela. Me dijo que te fuiste por la mañana, y que probablemente estarías con Tony o con Em, pero como Em pasó la noche con Munky, te busqué con Tony, y me dijo que probablemente estarías aquí.

Su: (asentí) ¿Y por qué me buscaste hoy? Creí que nos veríamos hasta el sábado.

Jonathan: Ya sé- bajó la cabeza, jugueteando con sus dedos sobre la mesa- Quería decirte algo que fuera especial, alguna... cosa súper cursi o algo que contarte que no supieras, que hiciera que este momento fuera memorable, que recordaras lo que te dije el último día que nos vimos y que supieras que no soy solo un idiota sin cerebro... Pero la verdad es que, no tengo ningún buen pretexto- levantó la vista- Solamente quería verte.

EL HOMBRE QUE DISIPÓ EL MIEDO DE SER © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora