Capítulo 27

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Bajé del coche justo detrás de Fieldy y Head, roja hasta la raiz del pelo. Me aparté todo lo que pude del auto y evité mirar a Jonathan. Quería morir de vergüenza. Traté de controlar mis palpitaciones, haciéndome a la idea de que nadie nos había visto y que no había pasado nada. No pasó nada, Su, no pasó nada.

         Finalmente me relajé y entonces el frío de la noche me acaparó con fuerza. Fui consciente de pronto de que no llevaba abrigo y que en ese lugar hacía un frío endemoniado. Me abracé a mí misma y contemplé el lugar: una enorme casa casa de playa en medio de una alta colina semi tropical. Silbé, admirando el paisaje con fascinación. El lugar era hermoso, pero eso no quitaba el maldito frío.

         De pronto sentí la tela de una chamarra caer sobre mis hombros y giré el rostro, topándome con la mirada seria de Jonathan. Me di cuenta de pronto que era su expresión más recurrente.

Jonathan: Aquí la temperatura es demasiado baja. ¿Por qué no trajiste una chamarra?

Su: (me encogí de hombros) No creí que haría tanto frío.

Jonathan: (rodó los ojos) Tengo que estar cuidando de ti, ¿eh?

         Lo miré con una expresión de disculpa e inocencia, y él ladeó una sonrisa, achinando la mirada. Me dio un pequeño golpe cariñoso con un dedo sobre la nariz y yo me giré de nuevo hacia el paisaje frente a nosotros, acurrucándome dentro de la enorme chamarra que olía a él.

         Me embelecé por un momento con el paisaje. El atardecer se erguía frente a nosotros, los halos de viento invernal se arremolinaban sobre las capas celestes de colores pálidos y cálidos, que se difuminaban, se unían al límite del mar, allá en el horizonte. Suspiré.

Su: Este lugar es hermoso.

Jonathan: ¿Recuerdas lo que decías sobre los lugares utópicos?- me rodeó la cintura con sus brazos desnudos, pegando su cuerpo a mi espalda, y apoyó su cabeza sobre mi hombro- Ese lugar- señaló con el dedo índice el horizonte- es mi lugar utópico favorito.

Su: (ladeé una sonrisa) Es un buen lugar- me pegué más a su cuerpo, hundiéndome entre sus brazos- ¿Me dejarías acompañarte?

Jonathan: Tú siempre estás allí- besó mi hombro- Tú eres la que me lleva allí, siempre que me coges y me vuelves loco con cada orgasmo.

         Dios... Carajo, mierda, joder...

Su: ¿Sabes? Eso es... lo más romántico que alguien me ha dicho nunca.

Jonathan: (frunció el ceño) ¿De verdad?

         Asentí, mordiéndome el labio.

Jonathan: No será muy difícil impresionarte, entonces- se burló.

         Puse los ojos en blanco, girándome dentro de sus brazos para encararlo.

Su: No arruines el momento, ¿quieres?

Jonathan: (sonrió) Lo siento- se ciñó con más fuerza y posesividad a mi cintura, dejándome a unos pocos centímetros de su rostro- Puedo escribirte todos los poemas románticos que quieras si me lo pidieras.

         Me regaló una sonrisa condescendiente y luego atrapó mi boca con la suya, besándome con fuerza, aunque fugazmente.

         Después de eso nos encaminamos juntos de regreso a la enorme casa que teníamos al lado. Me acomodé bien la chamarra de Jonathan y entramos al enorme vestíbulo. Me quedé estupefacta, preguntándome si acaso todos los amigos de Jonathan vivirían en mansiones urbanas. Atravesamos el enorme lugar y pasamos a una especie de bar que se extendía en un cuarto amplio tras las escaleras. Allí encontramos al resto del grupo saludando a un hombre de unos treinta y pocos años, alto, rubio y encantador.

EL HOMBRE QUE DISIPÓ EL MIEDO DE SER © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora