Capítulo extra 1: El mugriento rastudo.

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NOTAS DEL AUTOR:

Este capítulo tiene lugar durante el transcurso del capítulo 30 - 31. Es preferible leer esta parte después de terminar dichos capítulos.

Pd: Se lo dedico completamente a Ivonne, mi mejor amiga, que ahora no quiere saber nada de mí :( pero que siempre tendrá un lugar especial en mi corazón.

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By Emily:

En circunstancias aledañas, no me hubiera prestado a semejante situación. ¿Por qué lo haría ahora? Probablemente fuera culpa del whisky que me recorría las arterias y me inundaba el cerebro, nublándome la razón y sacando a la superficie mis más bajos instintos.

         Así que sin pensármelo mucho, cuando vi que Susan se levantaba junto con Jonathan, no alerté demasiado a mi raciocinio como me hubiera gustado hacer. Siempre he sido una mujer instintiva, pero nunca tonta; tantos años de cuidarme y valerme sola me han desarrollado un instinto de supervivencia irrefutable. Sobre todo, siempre he sabido con qué tipos meterme y con cuáles no. Siempre he sabido decir "hasta aquí" y prever cualquier inconveniente que salga en la fiesta... pero bueno, siempre hay excepciones. Uno siempre puede cometer errores por más amaestrado que sea ¿no?

         Observé cómo Susan rodeaba el sofá y llegaba hasta mi lado, poniéndose en cuclillas y observándome fijamente. Supe de inmediato que no estaba ebria, al contrario que yo.

Su: Em, Jonathan quiere que lo acompañe a su habitación. ¿Quieres que te llevemos a casa ahora, o quieres que pidamos un taxi más tarde?

Emily: ¿Pero por qué se van tan pronto? Apenas nos acabamos la primera ronda.

         Al decir esto en voz alta, todos se echaron a reír, con el jocoso humor que caracteriza a los borrachos. En esos momentos, me sentía endiosada, entre tanto macho inmaculado que, ante mi visión trastocada por culpa del alcohol, no me parecían demasiado feos. Sobre todo David, que estaba como quería...

         De pronto sentí un brazo posarse sobre mis hombros, rodeándome y atrayéndome con torpeza a un cuerpo tosco y bruto. Hice un puchero cuando me di cuenta de que no era aquel baterista rubio y bien torneado por el que inconscientemente me había puesto a babear, sino aquel guitarrista pandroso con cara de mono.

Munky: ¡No te pongas pesada, fresa! ¿No ves que los pobres no han podido tener acción desde quién sabe cuánto? Déjalos descargar la pistola ¿no?

         Mi amiga, frente a mí, se puso roja, pero no pudo contener la sonrisa al ver la cara de ebrio cachondo que se cargaba Munky.

Emily: (abrí mucho la boca, exagerando mi reacción) Oh... ¡Ahora lo entiendo todo! Perdona, se me va la pinza, estoy un poquito mareada. Claro, claro. Váyanse a echar pasión, yo me las arreglo más tarde.

Su: (frunció el ceño) No quiero dejarte sola. Viniste conmigo, así que tengo que asegurarme de que regreses bien a casa.

Emily: Por favor, no soy una niña de cinco años, Susy. Sé cuidarme sola.

Su: Pero... ¿cómo vas a regresar a casa?

Emily: Oh, no quiero interrumpirlos en medio cachondeo solo para irme a botar a mi casa. Yo pido un taxi más tarde.

Su: Pero... ¿estás segura?

Emily: Si, segura. No tardaré en irme.

         Al escuchar aquello, David y Head, el otro guitarrista que también me parecía feo- no tanto como el mono- pero que me había caído rematadamente bien, me abuchearon.

EL HOMBRE QUE DISIPÓ EL MIEDO DE SER © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora