CAPÍTULO VIII

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Disclaimer: BNHA y sus personajes, no me pertenecen.

Summary: Bakugo Katsuki iba en contra de los intereses de su familia y nunca estuvo verdaderamente interesado en heredar la empresa de su abuela, él hacia su vida a su modo. Pero cuando su cuenta es congelada y su departamento alquilado, necesitará la ayuda de la nueva inquilina para jugar fuego contra fuego contra su familia... Claro, si sobrevivía al infierno que implicaba convivir con él.

Aclaratoria: Ésta es una obra propia y todos los derechos son reservados.

La música parecía absorberla de todo lo que ella era, su cuerpo se mecía al compás, sintiéndose tan lejos del suelo como se era posible

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La música parecía absorberla de todo lo que ella era, su cuerpo se mecía al compás, sintiéndose tan lejos del suelo como se era posible. El alcohol iba aumentando en su sistema y no le era suficiente. La medianoche se coló a su teléfono y ella sólo lo volvió a guardar porque el brillo de su pantalla, contrastaba con la penumbra del bar en donde, gracias a Mina, terminó incursionando con más frustración que entusiasmo. Sí, estaba frustrada por muchas cosas y todas llevaban el nombre de Bakugo Katsuki.

La convivencia no era chiste. Sin duda, admiraba a las personas que podían llevar una sana relación con sus compañeros de habitación o peor, parejas con tantos años encima. ¿Cómo sus padres tomaron tal decisión? Ella no podría, definitivamente no podría.

Sintió la mano de Mina sobre su hombro. La vio preocupada y no podía culparla, estaba tomando de más.

―¿Segura que estás bien? ―Preguntó su amiga de infancia y Ochako no tuvo mejor idea que echarse a reír.

Definitivamente, no estaba bien.

Una semana había pasado desde que había declarado su sentencia. Bakugo y ella comenzaron a vivir juntos, comenzaron a seguir las reglas que, suponían, una convivencia sana o al menos impedía que ambos intentaran asesinarse día tras día. Craso error.

El traer personas al departamento o siquiera comentar a sus allegados la situación en la que ambos se hallaban, no fue problema; ambos llevaron muy bien esa regla, de hecho, tan bien que en el trabajo parecía ir todo con normalidad, la exigencia del jefe de cocina seguía impecable y ella podía cocinar cuantos pedidos llegaban a sus manos. Perfecto.

Claro, pero no contaba con que el problema no sería su trabajo... Si no, todo lo demás.

―¡Esa es mi habitación, sal de aquí! ―Había bramado ella, incapaz de creer que lo primero que hizo Bakugo al llegar al departamento, fue quitar sus cosas de la habitación para reclamar el cuarto como suyo.

―Ni de chiste, Cara Redonda. Esa habitación fue mía y lo seguirá siendo. ―El hombre ni siquiera se molestó en mirarla para sentenciar aquello, sencillamente se acostó en la cama y con los brazos cruzados tras su cabeza, se acomodó como si fuese el dueño de todo.

Ochako no lo toleró y aprovechando la guardia baja del hombre, comenzó a jalar de su pie. Bakugo bramó molesto y es cierto, consiguió que dejara la comodidad de la cama, pero también consiguió que éste la cargara contra su hombro para sacarla de allí; Ochako no cabía en la vergüenza de ser levantada como un saco de papas y por más que pataleaba, él no la soltó hasta llegados al sofá, dejándola caer sobre éste para encerrarse nuevamente en su habitación.

Cómo pactar con el diablo (y no morir en el intento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora