CAPÍTULO XLIV

745 72 23
                                    

Disclaimer: BNHA y sus personajes, no me pertenecen.

Summary: Bakugo Katsuki iba en contra de los intereses de su familia y nunca estuvo verdaderamente interesado en heredar la empresa de su abuela, él hacia su vida a su modo. Pero cuando su cuenta es congelada y su departamento alquilado, necesitará la ayuda de la nueva inquilina para jugar fuego contra fuego contra su familia... Claro, si sobrevivía al infierno que implicaba convivir con él.

Aclaratoria: Ésta es una obra propia y todos los derechos son reservados.

Aclaratoria: Ésta es una obra propia y todos los derechos son reservados

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Chisaki Kai tenía alrededor de seis años cuando Himiko nació. Su madre y su padrastro estaban muy emocionados por ella, tanto que desde que la noticia de que su madre volvía a esperar un nuevo bebé, él se sintió desplazado. Todo parecía girar en torno a ella, a su pequeña media hermana que aún no nacía. Incluso su vida se condicionó al nacimiento de la pequeña Himiko, viéndola ser el centro de atención para la familia y él, el pequeño niño de cabello oscuro y ojos dorados como los de su madre, crecía en las penumbras.

Toga Himiko tenía cerca de dos años cuando sintió por primera vez el rechazo de su hermano mayor hacia ella cuando iba a su cuna sólo para atormentarla, para jalar su cabello y pinchar sus brazos con fuerza hasta generarle hematomas; y cumplió los cinco años para comprender que todo lo que recibía por parte de Kai, estaba mal y adolecía su pequeño cuerpo.

Ella nunca comprendió por qué tanto resentimiento hacia ella y no fue llegado a los once años que, por primera vez, tuvo miedo de su hermano mayor; ella era buena en la cocina, solía preparar comidas junto a la hija de una de las empleadas de la gran casa Toga, la pequeña de doce años sonreía cada vez que Himiko posaba sus ojos en ella y compartían ese momento en la que sólo eran ellas dos con la cocina.

Su hermano reconocía el modo en el que ella miraba a la niña, como si no existiera nada más, fascinada en sus ojos y en su sonrisa, reconoció aquella "desviación" en sus gustos. Una tarde posterior a la escuela, la encerró en el depósito de jardinería y le increpó sobre sus insanos gustos por las niñas, que iría al infierno y que su alma estaba condenada. Ella nunca fue de las que se mantenía callada, respondió a sus insultos y trató de alejarse de él para salir.

Nunca hubiese esperado que tomara un rastrillo de jardín y la golpeara en la parte trasera de por la espalda hasta echarla al suelo, el dolor le hizo difícil enderezarse y sólo podía escuchar cómo él le gritaba cuánto la odiaba. Insatisfecho con eso, la volteó hasta dejarla boca arriba y se sentó sobre ella para apretar con sus manos, sus pequeñas muñecas imposibilitándole todo movimiento, golpeó su cara con su mano libre y verla sangrar acabó por excitarlo. Quería humillarla, lastimarla, hacerle recordar que estaba por debajo de él así que subió su vestido e introdujo sus manos bajo su ropa interior, a pesar de los gritos de la niña, él seguía tocándola, seguía arrebatándole su inocencia; sí, aún tenía pesadillas con ese día. Si no hubiese sido por el jardinero que ingresó al depósito con la tarea de continuar sus labores, quizá ella hubiese sido abusada por su propio hermano en ese mismo y olvidado sitio.

Cómo pactar con el diablo (y no morir en el intento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora