CAPÍTULO XX

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Disclaimer: BNHA y sus personajes, no me pertenecen.

Summary: Bakugo Katsuki iba en contra de los intereses de su familia y nunca estuvo verdaderamente interesado en heredar la empresa de su abuela, él hacia su vida a su modo.

Pero cuando su cuenta es congelada y su departamento alquilado, necesitará la ayuda de la nueva inquilina para jugar fuego contra fuego contra su familia... Claro, si sobrevivía al infierno que implicaba convivir con él.

Aclaratoria: Ésta es una obra propia y todos los derechos son reservados.

Cada dieciocho de abril desde hace cinco años se había convertido en un día dedicado, más que nada, a dejarlo olvidado en algún rincón de su mente, agotándose a sí mismo con trabajo a tope para evitar pensar que la fecha le había marcado tan fuert...

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Cada dieciocho de abril desde hace cinco años se había convertido en un día dedicado, más que nada, a dejarlo olvidado en algún rincón de su mente, agotándose a sí mismo con trabajo a tope para evitar pensar que la fecha le había marcado tan fuerte a tal punto de que los días previos a él, sueños recurrentes con su padre no lo dejaban dormir en forma. Solía soñar verlo a la distancia, siempre alejado de él, algunos sueños se convertían en pesadillas cuando visualizaba un avión cayendo en picada, despertándolo justo antes del impacto con el cuerpo temblando y el rostro cubierto por un sudor frío, presa del miedo.

Cada dieciocho de abril desde hace cinco años solía pasarlo solo, evitaba ver a sus amigos, por más de que éstos insistieran en visitarlo o acompañarlo, él prefería dedicar esa fecha al trabajo, nublar sus pensamientos con actividades que lo hicieran pasar su luto en silencio.

Pero ese dieciocho de abril él lo había recibido en la casa de sus amigos, bebiendo, riendo de sus tonterías, acompañado por una nueva persona en su vida a quien tenía recostada por su hombro, escuchando las historias de su círculo de amistad, bebiendo ante cada confesión. No se había dado cuenta que eran pasadas las doce cuando llegó a su departamento junto a Ochako con una erección sin nombre y una vergüenza encima porque la mujer lo notara.

Ese dieciocho de abril vio a Ochako sentada en la mesa del comedor degustando el pie de limón que ella preparó para él y terminó acompañándola. Le gustaba verla comer, tenía una gracia particular porque lo hacía meciéndose a un ritmo muy suyo, como si de tanto amar la comida, terminara bailando en su sitio. Era genuinamente encantadora, tanto así que comenzaba a darse cuenta de sus sentimientos hacia ella; los tenía desde hace un tiempo, es cierto pero nunca se puso a pensar demasiado en el asunto, finalmente había una barrera profesional que los separaba.

―¿Estás molesto conmigo? ―Rompió el hilo de pensamientos que lo ahondaban. Él la miró sin comprender de dónde venía esa pregunta. La vio encogerse de hombros con decepción―. No me has hablado mucho desde que regresamos. ¿Tan penoso fue mi baile?

Es cierto, él había guardado silencio el trayecto hasta el departamento, rogando por entrar a su baño y solucionar el problema que ella había generado con su baile momentos atrás. ¿Penoso baile? ¡Penosa erección, diría él! Se sonrojó como un adolescente; junto a Ochako volvía a sentirse como uno. Le dedicó una sonrisa ladina.

Cómo pactar con el diablo (y no morir en el intento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora