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El sonido del despertador hizo que Alba se despertase bruscamente.

Llevaba dos noches con apenas horas de sueño en su cuerpo, aunque los motivos de sus desvelos fueron muy distintos.

La noche anterior le había costado mucho separarse de la morena, pero como bien habían hablado, querían hacer las cosas bien y poco a poco, por lo que no dudó que debía irse a casa a descansar por mucho que le hubiese encantado pasar la noche con Natalia sin ninguna otra pretensión que dormir con ella.

Se levantó feliz como hacía tiempo que no se sentía. Parecía que andaba sobre las nubes. No podía creerse el finde semana tan increíble que habían pasado juntas.

Alba siempre había sido una persona mucho mas emocional que racional. Le gustaba dejarse llevar por su intuición y por sus emociones. 

Desde pequeña había tenido una sensibilidad especial que a veces no la dejó encajar del todo en según que círculos, pero ella siempre se había sentido orgullosa de esa niña y a menudo le gustaba pensar en ella para tomar decisiones.

Intentaba  acordarse de ella  sobre todo a la hora de relacionarse con  las personas, pues es en la infancia donde vivimos las emociones mas  libremente y nos expresamos de forma mas espontánea. No le gustaba ver como con el paso del tiempo las  personas iban cargándose de raciocinio y mostrándose mucho mas precavidas a la hora de demostrar y reconocer sentimientos.

Y ahora, tras lo vivido con Natalia, se estaba dando cuenta, que en ningún momento pensó en su niña interior. El miedo al rechazo y a sus propios sentimientos hicieron que ganara su parte racional consiguiendo que reprimiera todo lo que estaba sintiendo.

Y era esta parte racional, la que aparecía de vez en cuando en sus pensamientos diciéndole que se bajase un poquito de las nubes y pisase mas lo terrenal para estar preparada  por si Natalia cambiaba de opinión con respecto a su relación.

A ella le costaba ponerse en el lugar de Natalia, pues desde el primer momento había aceptado su bisexualidad con total naturalidad y no había tenido ningún problema a la hora disfrutarla. 

La fase de la aceptación por lo tanto no la conocía en primera persona, pero si conocía muchas historias sin final feliz, pues en su juventud, tuvo mas de un lío que tras estar con ella, se echaba para a tras excusándose en su heterosexualidad o en fases experimentales.

Sabía que con Natalia esto no le iba a pasar. La conocía lo suficiente como para entender que la morena si había desarrollado sentimientos por ella que recién acababa de aceptar. Le daba mucho valor a la sinceridad de la navarra con ella, y le tranquilizaba mucho la complicidad que vivieron todo el domingo, pero no podía evitar pensar en que quizá le surgiesen dudas de ultima hora en algún momento...



Natalia miraba el reloj impaciente por que llegase la hora de ir en busca de Alba para ir a trabajar.

Sentía en su cuerpo desde el día anterior esa sensación de paz interior fruto de haber tomado la decisión correcta.

Sigmund Freud solía decir que tomar una decisión es como montar un caballo de carreras. El animal representaría nuestro lado emocional, instintivo, desbocado casi. Por su parte, el jinete es quien lleva las riendas de la razón, quien guía, frena y orienta.

Natalia  estaba de acuerdo con esto. Ella pensaba que la vida era elegir, de hecho nos pasamos la gran parte de nuestro tiempo tomando decisiones: playa o montaña, café o té, llamarle o no llamarle... 
Y hay veces que a la hora de tomar según que decisiones estamos haciendo un gran ejercicio de fe, pues no sabemos la respuesta correcta y tenemos la sensación de estar dando un salto al vacío y es en ese momento donde se necesitan grandes dosis de valentía.

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