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La luz del sol entrando por la ventana hizo que Alba se despertase primero. Se encontró a la morena enroscada a su cuerpo y  se sintió feliz y en calma.

Si algo le había quedado claro después del día de ayer, fue la importancia de abrirse y hablar de los sentimientos sin tapujos.

Ella, que siempre había sido una persona super clara, se estaba dando cuenta de todas las cosas que habían estado callando ambas por miedo o por no entender que les llevaba a sentirse así.

Que importante es la inteligencia emocional y que poco se enseña en las aulas. Desde nuestra infancia, hemos oído que los sentimientos  y las emociones son complicadas. ¿Cuantas veces nos han dicho: Tu tranquila, olvídate de eso. No pienses en eso ahora?

Pues eso, habían caído en el error, de dejarse llevar por los silencios y por las dudas, en vez de abrirse con la otra y expresar como se estaban sintiendo.

Estuvieron toda la tarde y toda la noche hablando, una vez abrieron sus corazones decidieron que era el momento de sincerarse y explicarse.

Para Alba era importante que Natalia entendiera sus inseguridades.

Tenía la sensación de que la morena la veía como una superheroína enfundada en una capa que no tenía miedo a nada ni nadie. Y nada mas lejos de la realidad. Ella también dudaba y también temía. No era  perfecta, ni la experta en relaciones y en la vida que Natalia creía y así se lo hizo saber.

No le gustaba la imagen que sentía que Natalia tenía de ella. Veía que la tenía en un pedestal, y este endiosamiento producía temor a la rubia, pues sentía la presión que tiene quien sabe que no puede equivocarse.

Le resultaba sorprendente los pequeñita e insegura que era a veces Natalia. Por eso, gran parte de su charla, giró en torno a esto. En la importancia del equilibrio entre ellas. En no ponerse en una balanza y en caer en comparaciones constantes. Ni Alba era el ser superior que Natalia había creado en su mente, ni la morena era la inexperta en la vida que ella decía ser.

Trato de sacar de la cabeza de la morena la idea absurda de que no era suficiente para ella. Entendía sus tiempos, ahora si los entendía de verdad y no le importaba tener que esperar y aflojar sus pasos para acompañarla en el camino mientras se deshacía de sus miedos.




Un cambió en la respiración de la morena le hizo saber que se había despertado. Giró su cara y se la encontró mirándola con una sonrisa en boca.

-Buenos días bella durmiente

-Buenos días mi amor- contestó la morena con un brillo especial en su mirada haciendo que el corazón de las baja bombease con fuerza.

-¿Cómo has dormido?- se interesó la ilicitana

-Como un bebé. Bueno no, mejor. No me he despertado en toda la noche... Caí rendida. ¿Y tu?

- Igual- contestó dejando un beso en sus labios y acomodando su flequillo- muchas emociones juntas en un día-

La morena asintió y contestó con varios besos seguidos que hicieron reír a su compañera. 

-¿Que hora es?- preguntó aun medio adormilada

-Es temprano, son las nueve.

-Es que nos dormimos super pronto ¿no?

-Yo me he despertado por la luz, si no aun estaría dormida.

-Ya ves- dijo mirando la ventana- la persiana... siempre se me olvida que te molesta la luz y no me acuerdo de bajarla.

-No pasa nada, a mi también se me olvidó.

KEYFRAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora