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Natalia no durmió nada bien esa noche,  se despertó con algo de resaca y maldijo la noche de ayer. Se lo había pasado realmente bien,  pero aun tenía en la cabeza esa sensación de ¿Celos? que sintió cuando vio a Alba acompañada de ese chico. 
Era consciente que su estado de embriaguez, aunque fuese controlada, le pudo haber jugado una mala pasada. Aún así, no entendía y no tenia mucho sentido para ella el sentimiento que tuvo anoche.

Se levanto y preparó todo para salir de viaje. Estuvo toda la mañana con una sensación nueva en el cuerpo que aunque no sabía identificar todavía, no le gustaba nada como la hacía sentirse.

Cogió un taxi y  fue rumbo a coger el AVE. Alba se ofreció la semana anterior a llevarla ella en coche, pero decidió no molestarla, pues seguramente tendría la misma resaca que ella.

Mandó un mensaje a Marta, y le recordó su hora de llegada a Atocha para que fuera a recogerla.

Sacó su tableta gráfica para intentar hacer algún diseño, y todos su pensamientos se fueron pronto hacía Alba.

En cierta manera esto le incomodaba, no entendía muy bien lo que le estaba pasando. Tenía clarísimo que la quería, su amistad fue especial desde el principio. Quitando la primera vez que se vieron accidentalmente,  el resto del tiempo que había pasado con ella había sido especial. 
Tuvieron complicidad y confianza desde el primer momento.
Era una de esas personas, que no necesitas tiempo para saber que siempre la vas a querer tener en tu vida.
 Sonrió al recordar la primera vez que comió con las dos hermanas el día de las presentaciones oficiales y lo bien que la hicieron sentir en todo momento.

Con Marina sentía una confianza y una amistad que había ido creciendo poco a poco basada en sus piques y en el cachondeo. La menor de las tres no tenía pelos en la lengua, y eso le encantaba. Sabía que iba a estar ahí si le hacía falta, así se lo estaba demostrando día a día.  

Pero con Alba había algo diferente. Con Alba había logrado conectar de verdad. Hay conexiones que trascienden lo entendible, y con la rubia le había pasado esto. Sus personalidades  se acoplaron a la perfección desde el principio y sentía que habían creado un vinculo especial.

Admiración. Eso era lo que sentía por ella. Admiraba su manera de ser, como pensaba, todo lo que estaba construyendo ella sola. Había sido tan fácil encajar con ella a la hora de trabajar... se reía al recordar la primera impresión de niña consentida que tuvo la primera vez que la vio, ¡Que equivocada estaba! 
Y luego estaba la Alba fuera del trabajo, la Alba amiga, con la que tantas horas había pasado últimamente. De esa Alba también admiraba todo. Su forma de ver el mundo, sus ganas de superación, su amabilidad con todas las personas que trataba, los consejos que le daba. Sus ojos, sin duda sus ojos eran el reflejo de su alma, tan claros, tan limpios siempre...

Ser consciente de todo el cariño y toda la admiración que sentía por ella en tan poco tiempo le inquietaba en cierta manera. No sabia como a iba a poder vivir lejos de ese ser de luz después de haberla conocido y haber pasado tanto tiempo a su lado.


Llegó a Madrid y allí estaba su amiga esperándola con los brazos abiertos y su sonrisa interminable.

-Illa illa illa, que guapísima estas.- dijo Marta abrazándola fuerte.

-Eso tu, que me miras con buenos ojos- dijo separándose para mirarla y volverla a abrazar. Cómo la había echado de menos...

Salieron de Atocha, para ir directas a comer pues se moría de hambre cuando noto su móvil vibrar en el bolsillo.

Alba

Has llegado a Madrid?

Se me olvidó anoche decirte que te llevaba

KEYFRAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora