47

4.7K 220 17
                                    



El fresco de la mañana la hizo despertar mucho antes de lo que le hubiese gustado. Su cuerpo, acostumbrado a las altas temperaturas del mediterráneo no estaba preparado para el ligero cambio de temperatura que había en septiembre en Pamplona.

Maldijo las ganas de mear que le entraron a causa del frío, pues no le apetecía nada levantarse todavía, y, además, no le apasionaba la idea de cruzarse con gente en los pasillos con su cara y pelo de recién levantada, pues le parecía algo demasiado privado. Ahora entendía un poco mejor lo que le dijo su chica anoche, quizá eran demasiadas personas en esa casa, por lo que no tuvo otra que rezar para no coincidir con nadie en el corto trayecto que la separaba del aseo.

El silencio que reinaba en la casa parecía indicarle que, o bien no había nadie, o aun dormían al igual que ellas.

Retiró lentamente el brazo con el que Natalia la tenía sujetada intentando no despertarla. De nada sirvió tanto cuidado, pues en cuando su cuerpo desapareció de la cama, vio como Natalia abría los ojos extrañando su contacto.

-¿Dónde vas?- gruñó al notar su ausencia

-A mear- dijo muy flojito mientras sonreía al ver su disconformidad por haberse separado de ella.

Volvió a la cama tan sigilosa como se levantó. Logró su objetivo de no cruzarse con nadie por el pasillo, y sonrió cuando entró y se encontró a Natalia dormida de nuevo ocupando todo el hueco que ella acababa de dejar.

Se metió por el lado contrario para evitar despertarla, la veía tan a gusto que le daba penita molestarla. Cogió la colcha que se encontraba doblada a los pies de la cama con la intención de echársela por encima también, pues como bien le había advertido Natalia, tenía bastante frío.

No había terminado de acomodarse en la cama cuando su chica ya se había girado hacía ella buscando su abrazo sin ni siquiera abrir los ojos.

Con gusto la acogió. Sonrió al ver ese acto reflejo tan natural en sus cuerpos cuando dormían juntas, y sintiendo la calidez que el cuerpo de Natalia le estaba regalando volvió a dormirse sin apenas darse cuenta.



Se despertó por culpa de un calor que hacía tiempo no sentía. Abrió los ojos y se vio rodeada por los brazos de Alba y tapada con las sabanas y una colcha que no recordaba haberse echado la noche anterior.

Sacó su mano y retiró la colcha de sus cuerpos, pues tenía demasiado calor y notaba como estaban empezando a sudar.

Estiró la mano para buscar el reloj de su mesita, y reparó en algo que todavía no se había dado cuenta. Había amanecido en el lado contrario al que se había acostado. Recordó que su móvil estaba debajo de la almohada, así que metió su brazo por esta hasta dar con el aparto. Miró la hora y se sorprendió de lo tarde que era, a la vez que entendió el porqué de esa temperatura tan alta.

No quería despertar a Alba, sabía que había pasado unos días durmiendo poco o nada y decidió dejarla dormir todo lo que su cuerpo necesitase, tampoco pensaba levantarse y dejarla allí sola, pues pensaba que sería mucho más cómodo para ella despertarse y no verse sola en esa casa todavía extraña para su chica.

Aprovechó para ponerse al día y contestar los cientos de mensajes que tenía.

Fue directa al chat de Ici, pues sabía por su hermana de la preocupación que había tenido la chica todos estos días.

Vio varios mensajes de disculpas minutos después de su conversación-discusión en aquel bar que no había llegado a leer nunca por motivos más que justificados, y a continuación cientos de mensajes preocupándose por su estado de salud.

KEYFRAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora