Capítulo 18.

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Harina, huevos, azúcar, leche y almendras.

Estaba en la tienda en busca de nuevos ingredientes, pues mañana era el cumpleaños de mi padre y quería hacerle una gran sorpresa, tenía pensado hacerle una torta de almendras pues mi padre es fanático de las almendras.

Hacia una mañana totalmente helada, que clima.

Le había dicho a Marco que me acompañara pero se negó rotundamente.

-¡No! ¿Estás loca? Si salgo me congelare. –Fue su respuesta.

Así que aquí estaba sola en una tienda con frió y sin conocer el pueblo, no sé cómo no me he perdido.

He pagado mis cosas y me he puesto en marcha para volver a casa, muy bien intento recordar el camino por el que he venido, ¿Dónde es que estaba la parada de bus? Suspiro, no me acuerdo.

Me decidí por caminar, Marco tenía razón iba a congelarme, por los lejos he visto la parada, no estaba mal desorientada después de todo.

Había pasado por el frente de un callejón cuando alguien ha chocado conmigo.

-¡Auch! –He caído de bruces.

He alzado mi vista, era una chica, era rubia, aunque su pelo estaba fuera de brillo casi muerto, su piel era más blanca de lo normal, sus ojos azules estaban cubiertos por unas grandes ojeras y parecía que llevaba meses sin comer pues su aspecto físico era terrible.

-Lo... siento. –Me dice entre dientes.

Parecía asustada.

-Tranquila no pasa nada. –Me he levantado sacudiendo mis manos. -¿Tu estas...?

Ya no estaba, he mirado al callejón y hacia todos lados, se había esfumado.

-Qué raro.

-Miren quien anda por aquí.

He escuchado una voz a mis espaldas, me he dado la vuelta y era Hugo.

Era un sujeto que no me agradaba ni un poquito, he tomado mis cosas del suelo y me dispuse a seguir mi camino.

-Espera. –Se ha puesto delante de mí obstruyéndome el paso. -¿Por qué la prisa?

-Hace frió, me voy a casa.

-Puedo darte calor. –Su sonrisa me da asco.

-No gracias, yo me caliento sólita.

-¿No te gustaría que te calienten?

Este sujeto iba a acabar con mi paciencia, lo miro con desprecio.

-No.

-¿Por qué no? Yo podría calentarte.

¿Es que acaso no entendía que no es no?

-Venga vamos, puede gustarte. –Me toma de la muñeca.

Trato de forcejar con él, pero es inútil, está apretándome con fuerza, sin duda eso me dejara un moretón.

-Marco la señorita está diciéndote que no.

Escuche una voz conocida a mis espaldas, detrás de nosotros era Alfred, lo supuse, nunca olvido una cara y mucho menos olvido una voz.

Marco me suelta de inmediato. –Solo estaba jugando con ella un rato.

¿Era que yo tenía cara de juguete acaso? El próximo que me dijera que estaba jugando conmigo sabe Dios qué le daré una patada en las bolas que iba a arrepentirse toda su miserable vida.

-Pues por lo que veo a ella no le divierte eso.

Que adivino era.

-Lo siento. –Me dice Marco entre dientes y se aleja rápidamente.

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