Eran las 4 de la mañana en punto, o eso decía su reloj.
Entró por uno de los ventanales del gran salón de su casa que, oportunamente, estaba abierto.
Era su habitación favorita. Las paredes eran estantes gigantes llenos de libros. Junto a la puerta, había una minimalista escalera de caracol que llevaba a los estantes de arriba. Casi no había muebles a excepción de un piano de cola, algunos sillones, una mesa de café y un viejo escritorio frente a uno de los ventanales.
En el salón casi nunca se cerraban las oscuras y pesadas cortinas, por lo que la luz de los días nublados entraba perfectamente. O la luz de la luna, en este caso.
Se permitió relajarse en la oscuridad de su casa y se recostó en la alfombra al centro de la habitación.
– Supongo que no estabas respirando – comentó una voz grave de la nada.
El castaño abrió los ojos exaltado y se puso de pie a una velocidad casi imperceptible.
– Mierda, John – frunció el ceño – me asustaste –
El azabache, que lo miraba desde el escritorio, encendió la lámpara y lo miró fijamente.
– ¿Yo te asusté? – entrecerró los ojos – no habías llegado en cuatro noches, YoonOh. Cuatro. ¿Tienes idea de lo preocupados que nos tenías? –
– ¿A todos o sólo a Ten? – cuestionó burlón.
– A todos – reprendió – ¿por qué no llamaste? –
El menor se encogió de hombros, cabizbajo.
– Lo siento –
– Deberías – sentenció con voz dura – sé que estás bien, lo que no sabemos es si... – se detuvo de golpe, olfateando – has estado cazando –
No era una suposición. Estaba seguro.
– John... –
– ¿Cuántos? –
– Yo no... –
– ¿Cuántos fueron? – interrumpió de nuevo.
– Uno – se apresuró a responder – sólo uno, ¿bien? –
El mayor suspiró estresado.
– Nosotros no cazamos, ¿entiendes eso? –
En un abrir y cerrar de ojos, John ya estaba frente a él, sujetándolo del cuello de la camisa.
– ¿Entiendes eso? – preguntó de nuevo.
– Entiendo – aseguró.
Puede que tuviera miedo, puede que no. No había manera de saberlo. Él siempre conservaba el semblante retador que le caracterizaba. No importaba ante quién estuviera, él no se doblegaba.
– Me despertaron – dijo un tercero con un deje de burla en su voz.
Ambos se giraron hacia los estantes de arriba, desde donde los observaba otro hombre, que descansaba los codos casualmente en el barandal de metal.
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Hunting season
FanfictionNo eran de clases sociales, razas o preferencias diferentes. Su conflicto principal, eran sus especies. O eras un perro, o eras un muerto. Si eras un humano no había problema, a menos que estuvieras con uno de ellos. NCT OT21 (ya sé, dije que no ib...