Capítulo 16

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– ¿Un lobo? – frunció el ceño – ¿por qué un vampiro secuestraría a un lobo? –

– No lo sabemos – negó Yukhei – sólo queremos preguntar si sabe algo al respecto –

– Pues... no – frunció el ceño, mirando a De Jun, que negó también.

El alfa asintió, decepcionado.

Esa búsqueda no estaba llegando a ningún lado. Ya eran pasadas las 5 de la tarde y aún no tenía pista de dónde podría estar Jaemin o de lo que le había pasado.

– El resto está aquí – anunció De Jun, sentándose en el brazo del sillón donde estaba Kun.

– Bueno – dijo Yuta, levantándose – gracias por recibirnos – hizo una reverencia – no les quitamos más su tiempo –

Los dos lobos asintieron y se levantaron también, seguidos de los dueños de la casa.

En ese momento, tres chicos entraron al vestíbulo.

Uno de ellos era alto de cabello azabache; el otro tenía el cabello igual, pero era bajo y más delgado; y el último era de estatura mediana y rubio.

Los tres se congelaron cuando vieron a sus inusuales invitados.

– Ya se van – explicó De Jun, leyendo la expresión confundida en los rostros de los recién llegados – sólo vinieron a preguntar algo –

– Con permiso – pidió Yukhei, saliendo primero.

Detrás de él iba Yuta, y luego YangYang.

Ese último se paró en seco cuando pasó junto a los otros tres. Frunció el ceño.

– Ge – llamó quedito.

Yukhei y Yuta se volvieron hacia él y lo miraron confundidos.

– Niño – llamó el japonés, impaciente – ¿qué haces? Tenemos que irnos –

– Espera – pidió el menor, parándose frente a los otros tres, que lo miraban extrañados.

El menor de los alfa comenzó a olfatearlos uno a uno, como buscando algo.

– ¿Qué está... –

– No lo sé – admitió Yukhei.

– ¿Hay algún problema? – preguntó Kun, mirando con curiosidad.

Cuando YangYang siguió el rastro que buscaba hacia el rubio, se separó de golpe y lo miró fijamente. Había recelo y algo de miedo en su mirada.

– ¿Se te ofrece algo? –

– Oye, ¿estás bien? – preguntó el más bajo.

– Tú mataste al toro – acusó YangYang.

Yukhei y Yuta abrieron la boca con sorpresa. El resto del clan miró al aludido con el ceño fruncido.

– ¿Qué? –

– Mataste al toro – repitió – fuiste tú –

– Yo no... –

– Chenle – interrumpió el más alto – ¿de qué está hablando éste chico? –

– No lo sé – se excusó.

– Chenle – insistió.

– Hen, no lo sé –

Kun suspiró profundamente.

– ¿Pueden explicarme qué está pasando? – pidió con cansancio, como si estuviera acostumbrado a ese tipo de accidentes.

– No sé de lo que está hablando – se defendió de nuevo – nunca he visto a éste lobo –

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