Capítulo 34

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La respiración de Jisung era pesada y pausada, pero al menos ya estaba respirando.

Estaba sudando como si hubiera corrido un maratón y, por mucho que intentó, ya no podía sentir su pulso.

El efecto de la morfina ya no estaba ahí, así que podía sentir cada parte de su cuerpo entumecerse y doler como si lo atacaran doscientos calambres al mismo tiempo.

No se movió cuando alguien abrió la puerta.

– Hey – exclamó despacio el recién llegado – ¿cómo estás? –

– Vivo – respondió con la voz enronquecida – o muerto. No estoy seguro –

La garganta le dolía horriblemente y los temblores de su cuerpo no cesaban.

– Estar muerto no duele tanto. Estoy seguro – se sentó junto a él.

Los ojos del menor se llenaron de lágrimas, a pesar de que hubiera querido que no fuera así. En ese momento estaba odiando mucho estar despierto. No podía soportarlo.

– Llora todo lo que tengas que llorar – susurró su amigo – estoy aquí, hermano – sujetó su mano con confianza.

– Me duele todo – sollozó, girándose a mirarlo – Lele, ¿estaré bien? –

– Sí – respondió, a pesar de que no estaba seguro – en unas horas el dolor va a parar y no vas a sentirlo nunca en tu vida –

Jisung apretó los ojos y asintió.

Tomaba profundas respiraciones, sujetando con firmeza de la mano del otro. Temía que, si lo soltaba, fuera a perderse.

– Sung – llamó el rubio en voz baja – ¿cómo lo llevas? –

– ¿Qué cosa? –

Chenle se removió, incómodo.

– Lo siento mucho – se disculpó sinceramente – te arrebaté la vida sólo por mi temor irracional de perderte. Lo siento – murmuró cabizbajo.

Jisung abrió los ojos lentamente y se giró a mirarlo.

Hizo una mueca.

– No tenía nada que perder si moría – susurró.

– Ya sé – asintió con tristeza – no debí... –

– No tenía por que vivir, Lele – apretó su mano – mírame – pidió un poco más alto.

A regañadientes, el mayor levantó la mirada y se encontró con sus ojos.

Jisung le regaló una sonrisa ladina que consumió probablemente toda su energía.

– Significa mucho para mí que, al menos tú, te preocupaste por que me salvara – tragó duro – ahora puedo decir que mi razón de vivir está contigo. Todo lo que soy, es por ti –

El mayor asintió, no del todo convencido.

– ¿Eres consciente de todo lo demás? ¿De lo difícil que es para un vampiro ser... bueno. Eso? –

El otro resopló una risa.

– Lele, tienes 20 años y has estudiado cuatro carreras – se acomodó en la cama – no puede ser tanto una mierda –

– Recuerdas que tienes que beber sangre, ¿no? –

– Honestamente, he vomitado seis veces desde que desperté – negó – no estoy pensando en comer ahora mismo –

– Jisung... –

– Hey – sonrió – ya te dije que estoy bien. Si es cierto que no sentiré dolor después de esto, estoy expectante de ver lo que viene. Ahora sólo me queda disfrutar el mundo u odiarlo. Depende del futuro. Y si puedo, cambiarlo – apretó el agarre de su mano – tengo toda una vida –

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