Capítulo 11

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Taeyong aun temblaba ligeramente, lo que enfurecía a YoonOh cada segundo que pasaba.

– ¿Te hicieron daño? – preguntó Jungwoo, con su dulce voz.

– No – respondió extrañado – de hecho, uno de ellos fue muy amable todo el tiempo. Dijeron que querían hablar –

– ¿Hablar de qué? –

– Nunca lo dijeron – suspiró – iban a hacerlo, pero entonces llegó Jae –

Estaba mintiendo.

Recordaba perfectamente a los lobos diciendo que Mark les estaba jodiendo la vida. Pero apenas y lo conocía. No pensaba que fuera buena idea acusarlo de nada. No sabía como iba a reaccionar.

– Creo que es mejor dejarlo descansar – dijo John, entrando a la habitación – YoonOh, llévalo a su casa. En tu auto – advirtió – hablaremos cuando llegues –

– ¿Hablar de qué? –

– Tienes que dar muchas explicaciones – replicó Yuta con la voz calmada, mirando a la ventana.

El castaño maldijo en voz baja antes de salir de ahí, llevando a Taeyong de la mano.

– ¿Cómo está Ten? – preguntó Doyoung, una vez que los otros dos se fueron.

– Igual que siempre – respondió con cansancio – pero creo que está enojado –

– ¿Por qué? –

– Aún no me lo dice – negó – supongo que tiene que ver con nuestro trato hacia los perros –

Yuta soltó una risa suave.

– Entonces no hay nada que hacer – se encogió de hombros – hoy lo secuestraron. Pudieron hacerle daño – los miró al fin – alguien que quiere una tregua no se comporta así –

John asintió.

– Lo sé. Pero algo me dice que nosotros empezamos –





Jaehyun se estacionó frente al edificio de su pareja.

Todo el camino habían estado en silencio. No fue la excepción cuando el castaño apagó el motor.

Taeyong suspiró.

– Vas a dejarme, ¿no? –

El otro se giró a mirarlo.

– ¿Qué? –

– Hoy mi vida estuvo en peligro sólo por que salgo contigo. Es peligroso – murmuró.

El castaño negó, soltando una risa discreta.

– Ven aquí – lo atrajo en un abrazo – ¿te parece que esto es Twilight? –

El rubio rió.

– Casi – sonrió.

– Pues, no – lo miró a los ojos – ahora más que nunca debo quedarme contigo. Para evitar que te pase algo malo. Incluso si tú no quieres –

– ¿Y qué te hace pensar que no quiero? –

– No pienso que sea así – sonrió – considéralo una advertencia –

– Bueno – dejó un casto beso en sus labios – sólo no te pongas muy intenso con eso de cuidarme. Sé hacerlo por mi mismo –

– ¿Cómo el día que nos conocimos? – preguntó sarcástico – por que recuerdo que apenas podías caminar, y al siguiente día no te acordabas de nada –

– Ese había sido un mal día – se excusó – así que mejor cállate y bésame –

Sonriendo burlón, el otro lo complació y besó con cariño.

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