Capítulo 26

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Ese sábado, el clima era bastante agradable, a diferencia de los sábados anteriores.

Aún así parecía que comenzaría a nevar en cualquier momento, por lo que Sicheng estaba cortando leña para su chimenea.

No traía camisa, sudaba por el esfuerzo y los músculos de su cuerpo se tensaban con cada movimiento.

Se suponía que YangYang lo estaba ayudando, pero él sólo lo miraba entretenido mientras sostenía la leña que ya estaba cortada.

– Creo que es suficiente – anunció el mayor, pasando su antebrazo por su frente en un intento de quitarse el sudor de encima.

– ¿Crees que nieve hoy? – preguntó mirando al cielo.

– No lo sé, ¿porqué? –

– Por que ustedes van a ir a la fiesta del amigo de Taeil hyung y me da miedo que les pase algo mientras conducen – admitió – las calles se vuelven muy resbalosas –

El mayor sonrió enternecido, acercándose al otro para acariciar su mejilla.

– Estaremos bien – aseguró – Donghyuck va a conducir y él dijo que no quería beber. Además conduce lento –

– Sólo cuídense, ¿bien? – pidió en voz baja.

El otro asintió antes de depositar un beso en la frente del más bajo y quitarle los troncos que sostenía de las manos.

Se detuvo en seco y miró a su alrededor, como buscando algo.

– ¿Qué pasa? – preguntó el menor, extrañado.

– Nada – se apresuró a negar – pensé que había olido algo, pero ya no está – sonrió – vamos –

YangYang asintió sonriente antes de seguirlo a casa.

No se dieron cuenta que estaban siendo observados.





Donghyuck caminaba de un lado a otro, preocupado.

Tomaba respiraciones pausadas, intentando calmarse, pero no estaba funcionando.

Hacía dos semanas se había enterado que estaba esperando, y aún era el único en su casa que lo sabía.

No quería decirle a Yukhei todavía. No tenía idea de cómo.

Aunque el alfa parecía sospechar que algo andaba mal.

Su último celo había sido hacía una semana y no había transcurrido con normalidad.

Por alguna razón, Donghyuck no había tenido ganas de copular, sino que le había pedido a su alfa que lo abrazara mientras él devoraba litros y litros de helado de vainilla.

– Si engordo, va a ser tu culpa – dijo a su vientre – y si papá no me quiere por gordo, vas a nacer castigado, jovencito. Te lo advierto –

– ¿Con quién hablas? – preguntó Yukhei, entrando a la sala.

El otro levantó la cabeza y se apresuró a negar.

– Estaba cantando – se excusó rápidamente.

El alfa lo miró extrañado.

– Amor, ¿estás bien? – se acercó preocupado – has estado actuando extraño estos días –

– ¿A qué te refieres? – fingió demencia.

– Sólo quiero saber si te pasa algo – rió – primero, llegas de trabajar y te duermes a los diez minutos; el otro día vomitaste en la mañana y ni siquiera habías cenado; y cuando estás despierto te la pasas comiendo – acarició sus brazos – ¿te sientes mal? –

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