Capítulo 02

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Eran las 8 de la mañana.

Aún era temprano, pero no demasiado.

El estómago hambriento de YangYang lo sabía.

Apenas se levantaba por lo que, somnoliento, caminó arrastrando los pies hasta la cocina, de donde provenía el más delicioso olor.

Sin saludar o decir cualquier cosa, se sentó a la mesa.

Los otros dos que cocinaban lo miraron por encima de su hombro.

– Buenos días, Yang – saludó Jaemin.

El menor se estiró.

– Buenos días, hyung – sonrió suavemente – ¿ya casi está? –

– Casi – asintió – ve llámalos a todos –

– No es necesario – interrumpió Yukhei, entrando en la cocina – ya vienen – dijo antes de tomar al otro que cocinaba de la cintura y besarlo dulcemente – buenos días, bebé – murmuró sobre sus labios.

– Buenos días – sonrió el moreno – siéntate. Ya casi está –

– ¿Necesitas ayuda? – preguntó acariciando su rostro.

– No, ya pusimos la mesa hace mucho –

– ¿Ya empezaron? – se burló Taeil cuando llegó – quítale las manos de encima a nuestro Haechan –

El aludido rió.

– ¿Dónde está Sicheng? – preguntó para cambiar de tema.

– Aquí – respondió éste, dejándose caer con pereza en una de la sillas.

– ¿Mala noche? – preguntó el menor de todos.

– La peor – se quejó – mi horrible roomie se la pasó jugando videojuegos hasta las 5 de la mañana –

– Bien, entiendo – sacudió las manos – estás molesto conmigo – negó – pero si no hubiéramos estado despiertos anoche, no nos habríamos dado cuenta lo que pasó –

– ¿Qué pasó? – preguntó Jaemin, dejando una torre de hotcakes en el centro de la mesa.

– El muerto pasó entre nuestras tierras otra vez – murmuró Sicheng, tomando uno de los pancakes.

Yukhei frunció el ceño.

Intercambió miradas con su pareja, Donghyuck, antes de mirar nuevamente al que hablaba.

– ¿Otra vez? – preguntó sirviéndole café a Sicheng – ¿e hizo algo? –

– Nunca lo hace – negó éste.

– Es cierto – añadió Taeil con la boca medio llena – ha estado pasando varias noches durante los últimos tres meses, pero no hace más que ir de un extremo a otro. Como para ahorrarse camino o algo así –

– ¿Y me lo dicen hasta ahora? – reprendió – apenas regresé hace tres días –

Era cierto. Había tenido que viajar fuera de la ciudad para encargarse de un asunto con el banco. Había regresado con malas noticias, pero no iba a decirle eso a su familia.

– Lo siento, ge – intervino el menor – pero en verdad no hizo nada. Sólo pasó corriendo... creo –

– ¿Y sólo era uno? –

– Creemos que siempre es el mismo – respondió Sicheng – pasa cerca de nuestra ventana, pero siempre nos despierta su olor. Y siempre es el mismo –

– Bueno – sentenció Yukhei, tomando la mano de su amado Haechan – supongo que tendremos que estar alerta. En caso de que la cosa esa intente algo con el ganado de los ranchos vecinos –

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