Capítulo 38

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Después de que Ten llegó, YoonOh se llevó a Taeyong lejos de ahí, por si las cosas se ponían feas.

Doyoung y Jungwoo se quedaron junto a su hermano Yuta, en caso de que éste los necesitara.

– Tienes que acompañarme – pidió tan amable como pudo.

– No hice nada, oficial – respondió sarcástico.

– ¿Crees que es gracioso? –

– Yuta – susurró Ten – creo que debes ir con él –

El japonés lo miró extrañado.

– ¿Qué está pasando, Tennie? – insistió.

– Mi hermano YangYang – respondió seco el alfa – eres su... mierda. Como su alma gemela –

La sonrisa que se pintó en el rostro de Yuta al escuchar eso lo hizo querer golpearlo hasta la muerte.

– ¿En serio? –

– Eso no es algo bueno, imbécil. Puede morir –

– Se veía muy mal, Yuu – habló de nuevo el tailandés.

Ok. Ahora estaba preocupado.

– Espera – intervino Jungwoo – YangYang es al que atendí, ¿no? –

El otro asintió.

– Es él – miró a Sicheng – no entiendo. ¿Por qué crees que soy su alma gemela y por qué dices que puede morir? –

El alfa suspiró estresado.

– Es algo de lobos – explicó lo más paciente que le salió – es como vivimos. Escogemos una pareja... más bien nuestra parte animal lo hace. Si nos corresponde, morimos con ellos, si no, morimos solos y agonizando de dolor –

Los vampiros jadearon horrorizados.

¿Cómo era posible que lo dijera con esa naturalidad? Esa parecía la peor forma de morir.

Si a su especie les pasara también, al menos dos de ellos no estarían ahí en ese momento.

– ¿Y puede evitarse? – preguntó Doyoung.

– No siempre – se encogió de hombros – creo que puedes con Yang. Pero tendrás que ir allá y romper su corazón para que te odie –

– Yo no quiero romper su corazón – frunció el ceño – yo lo... aprecio. Bastante –

– Aww – chilló Jungwoo – Yuu quiere al perrito –

El lobo de Sicheng gruñó, haciendo al menor alertarse e interponerse entre su amigo y el enojado alfa.

– Lo tocas y te mato – amenazó – he matado antes por él. No bromeo –

Ambos intercambiaron miradas amenazantes. Las palabras de Jungwoo no eran para tomarse a la ligera, pero tampoco la furia de Sicheng.

– Nunu – susurró el japonés – creo que debería ir –

– ¿Estás seguro? – pregunto éste, con la mirada fija en el alfa – ¿necesitas que te acompañe? –

– Estaré bien, amigo – golpeó su espalda – llevaré mi teléfono. Si no te llamo o no regreso, vas a quemar su casa, ¿entendido? –

El menor suspiró pesado antes de girarse y atraerlo en un abrazo.

Dejó salir sus hormonas sobre él, consciente de que, si alguien quería atacarlo, lo pensaría dos veces, ya que no estaba solo.

Un vampiro vengativo era tan peligroso como un alfa territorial.

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