Capítulo 31

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Jisung se estaba hartando.

Reconocía que agradecía mucho ser cuidado, pero esto estaba llegando a un extremo intolerable.

Ahora hacía todo bajo supervisión. Absolutamente todo.

Le permitían ir al baño a solas, pero incluso sus duchas eran constantemente supervisadas. Era extraño como, apenas estaba saliendo de la regadera, ya había un vampiro esperándolo para ofrecerle la mano, y sólo le daba la espalda para permitirle vestirse.

Justo en ese momento, había uno de ellos frente a él.

Sólo estaba leyendo una historieta y había un vampiro cuidando cada movimiento que hacía.

– Eso es ridículo – murmuró enojado – no tienes que hacer esto –

–Sólo te estoy cuidando – respondió Renjun sin mucho interés.

– Los humanos no somos tan frágiles – dijo antes de tomar un par de galletas y metérselas a la boca al mismo tiempo.

– No hagas eso – frunció el ceño – te puedes ahogar –

– Lo he hecho toda mi vida – tragó con dificultad.

– Bueno, a partir de ahora no lo harás más –

El menor suspiró cansado. Tomó una sola galleta y la comió tranquilamente, ante los ojos del otro.

– ¿Era tan difícil? – sonrió satisfecho.

– No – se dejó caer en la silla – pero era mejor cuando venía aquí y ninguno de ustedes me hablaba –

– No te conocíamos – se defendió – ahora que lo hacemos, todo lo que queremos hacer es protegerte –

– Pero se está volviendo exhaustivo – hizo un puchero – el otro día casi me da un infarto cuando desperté y vi a De Jun parado frente a mi cama –

– Revisó tus signos vitales. Tu corazón está bien –

– No era literal – refunfuñó, tomando otra galleta.

– Mira – suspiró – prometo que en... – revisó la fecha en su teléfono – dos días más, no habrá nadie sobre ti –

– ¿Qué pasa en dos días? – preguntó extrañado.

Renjun no respondió.

El presagio de Hendery marcaba la fecha de mañana. Pero temían que, si se lo decían al chico, entrara en pánico e hiciera alguna tontería.

– No es nada – se encogió de hombros – es sólo para estar seguros –

–Lo que sea – tomó otro par de galletas, comiéndolas a la vez sin darse cuenta que lo hacía.

Esta vez, en verdad batalló para pasarlas.

– Jisung – reprendió el mayor.

– Lo siento – tosió incómodo – la costumbre –

Fingió seguir leyendo para no alarmar a nadie, pero la incomodidad en su garganta se volvía cada vez más persistente.

Discretamente, comenzó a rascar su cuello.

– ¿Estás bien? – preguntó el otro.

– Sí – respondió mientras llevaba su mano al plato.

De pronto, alguien la palmeó lejos.

– ¡No comas eso! – exclamó Chenle.

– Está bien – intervino Renjun – ya está comiendo una por una –

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