Capítulo 4

289 52 27
                                    

Las horas transcurren todas igual para mí.  No sé cuánto tiempo ha pasado, sigo encerrado en mi cuarto y al menos nadie a vuelto a molestarme.  Pero, como siempre, mi felicidad dura poco.

-¿Estás despierto? - la voz de Serena y su olor a jazmín entran por la puerta y rompen mi paz mental.

-Pues si lo estaba ya me has despertado. - respondo.

-¿Siempre eres tan simpático? - sus palabras con el tono de burla me molestan.

- Si mi simpatía no te gusta ya sabes por donde volver - me siento en la cama de espalda a la cabecera.

- Veo que eres un hueso duro de roer  - escucho como si sonriera - Sabes, ya he lidiado con hombres más testarudos que tú e incluso agresivos, pero he sabido salir invicta, así que tú mal humor no va a impedir que haga mi trabajo.

-No me importa con quien hayas tenido que lidiar. La verdad es que no me importa nada que tenga que ver contigo, así que si eres tan amable por favor márchate.

-No me puedo marchar porque he traído tu cena, y no me iré de aquí hasta que te la comas. Mina dice que hasta para eso eres malo, así que si no quieres que esté aquí, haznos un favor a ambos y come -acerca lo que parece ser una charola a mi regazo. 
Su simpleza me molesta mucho, odio que sea tan condescendiente, así que en un impulso lanzo la charola hacia a un lado. Escucho como los cristales y la comida caen la piso - ¡No voy a comer, ya puedes irte!.

Un gruñido sale de su boca. Camina hasta donde supongo está el tiradero y escucho como comienza a recoger los restos.

-¿Sabes que hay suficiente comida como para que lo repitas veinte veces? por mí puedes hacerlo de nuevo. Y otra cosa, no me cansaré entiéndelo bien, y si tengo que amarrarte y darte de comer en la boca lo haré.  - su voz es decidida.

¡Maldita mujer! ¿Qué le pasa? ¿Ahora resulta que me va a amarrar? Estoy ciego pero no manco... Si estaba molesto porque me habían impuesto una niñera ahora me siento doblemente enfadado. ¡Es una insolente! ¡Si cree que podrá conmigo ya verá que no!.

-Aquí tengo otra charola ¿también quieres tirarla? - ahí está de nuevo con la insolencia.

-Primero que nada, deja de hablarme de tú, para ti soy el señor Black - siseo - Segundo, si no quiero comer no como, no me puedes obligar, no soy un niño. Y tercero, quiero estar solo. Si tanto te preocupa que coma, deja la bandeja en el buró y cuando tenga hambre lo haré. - mi tono de voz es oscuro, estoy conteniéndome todo lo que puedo, enserio, estoy haciendo un gran esfuerzo.

-Bien, entonces te dejaré la bandeja aquí - La coloca en el buró - espero enserio que te la comas, porque si no...

- ¿Si no qué?

-Enserio te amarraré - su voz es amenazadora. ¡Como si le tuviera miedo!

-Márchate de una vez por todas de aquí.

-Está bien, pero en una hora vendré a darte el medicamento.

Escucho sus pasos alejarse de mi, luego, la puerta abriéndose y cerrándose. Pero no, ella no se ha ido. Piensa que soy estúpido, además de ciego. Puedo distinguir su olor, ella no lo sabe pero sé cuando alguien está cerca o lejos por el olor que desprende y ella huele a jazmín.

Hago un esfuerzo enorme por contener las ganas de gritarle, pero estoy dispuesto a saber ¿qué es lo que quiere? ¿qué está planeando quedándose en mi habitación? Así
que me acerco a la orilla de la cama y comienzo quitándome los calcetines, luego me pongo de pie y desabotono mi camisa, puedo escuchar como comienza a respirar más aceleradamente pero trata de mantenerse tranquila, me la quito y la dejo de cualquier forma sobre la cama, desabrocho mis pantalones y los bajo lentamente y me quedo únicamente en bóxer. Debo decir que nunca he sido exhibicionista y mucho menos me ha gustado ser el centro de atención de la gente, bueno al menos sólo me gustaba ser el centro de atención de una persona, de mi Star.
Sigue quieta, no se ha movido de su sitio pero parece que está incómoda por el sonido de su respiración.

𝕰𝖑 𝕴𝖓𝖋𝖎𝖊𝖗𝖓𝖔 𝕯𝖊 𝕯𝖎𝖆𝖒𝖆𝖓𝖙𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora