𝑬𝒑𝒊́𝒍𝒐𝒈𝒐

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¡Hay un 411 en la avenida 55!
¡Todas las unidades cercanas repórtense!
¡accidente vehicular!

La operadora del 911 comenzó a llamar por la radio de emergencias.

- ¡Estamos cerca! ¡Vamos para allá! - una ambulancia respondía al llamado.

Cuando llegaron a la dirección señalada, se dieron cuenta del percance. Dos vehículos eran los involucrados.

El accidente había sido en una avenida muy transitada, ambos vehículos habían chocado de frente, al parecer un auto color rojo marca Ford, se había ido directo contra un BMW Z4 en color blanco. Los tripulantes de ambas unidades estaban aún dentro, sólo una mujer yacía en el suelo frente al BMW.

La escena era desgarradora. Vidrios y acero estaban esparcidos por todas partes. El olor a gasolina inundaba las fosas nasales de cualquiera que estuviere cerca.

Los paramédicos corrieron inmediatamente a los vehículos. Tenían que salvar alguna vida, aunque fuera una, pero la escena que ahí ocurría no era para nada alentadora.

- ¡Ojalá aún estén con vida! - decía un paramédico a otro mientras corrían cada uno a los vehículos.

Otro más, se acercó a la mujer.

- Ya está muerta... - dijo una vez que la había revisado.

- ¿Señor? ¿Me escucha? ¿Señor? - le pegó al cristal de la ventanilla pero éste no respondió. -¡Tendré que romperla! - se dijo mentalmente.

El hombre del vehículo deportivo blanco estaba inconsciente, su cabeza y la mitad superior del cuerpo estaban prensados al volante. La parte delantera del auto se había convertido en polvo. De aquel lujoso auto, ahora no quedaba nada.

El rostro del hombre estaba mayugado y lleno de sangre, se alcanzaban a ver las cortaduras que los vidrios habían hecho y una herida grande a la altura de la cíen derecha dejaba ver el fuerte golpe que se había llevado.
El paramédico no sabía si aquel hombre aún estaba con vida.

Se alejó unos pasos y luego se cubrió la cara, tomó un martillo y le dio un par de golpes al vidrio. Por fortuna cayó en una sola pieza al suelo.

Se acercó de nuevo a la ventana e introdujo la mano, comenzó a buscar los signos vitales de aquel hombre. Tardo un segundo en dar con el pulso.

- ¡Creo que hay un ligero pulso! - grito - ¡Kamura dame una mano! - dijo a un compañero.

El que fue llamado corrió a su encuentro.

- Hay que sacarlo, pero está totalmente prensado al volante...

- ¡Necesitaremos más ayuda! - grito el segundo paramédico.

Los bomberos ya habían llegado a la escena, mientras unos esparcían agua cerca de los vehículos, otros ayudaban a los paramédicos.

Un bombero se acercó a ellos con una herramienta parecida a una pinza enorme, la apoyó en la puerta y comenzó a halar mientras los paramédicos intentaban que el hombre se mantuviera con vida.

Una vez que lograron quitar la puerta, llamaron a más compañeros para poder sacar al hombre.

Entre todo el zafarrancho, los periodistas ya comenzaban a sacar fotos del accidente.

Los policías que acordonaban el área restringían el acceso a cualquier persona externa, mientras que algunos otros, preguntaban a los testigos sobre el acontecimiento.

La preocupación de todos los oficiales era poder sacar a las víctimas y que fueran atendidas, pero además tenían la presión de ir contra reloj. Si alguno de los vehículos se prendía fuego, iba a ser perjudicial para todos los presentes.

Lo que se vivía ahí era un infierno.

Un oficial se acercó a la mujer que yacía en el suelo sin vida, portaba un vestido turquesa que hora estaba desgarrado y lleno de sangre. Estaba boca abajo, la marca de sangre que había a su alrededor era significativa, su pelo negro se esparcía por todo el suelo, sus largos brazos tenían cortaduras y raspaduras, y una de sus zapatillas había terminado al otro lado de la acera.

- Murió al instante... - le comentó un paramédico al oficial - ojalá los peritos lleguen pronto.

Colocó una sábana sobre el cuerpo sin vida.

Uno de los bomberos que habían ayudado a sacar al hombre del auto blanco, se acercó nuevamente al vehículo, trató de abrir la puerta del copiloto y tras forcejear un poco, lo consiguió. Buscó en la guantera algo que les pudiera dar el nombre de la persona que ahora trataban de salvar.  Encontró en ella un permiso de conducir.

- ¡Aquí dice Diamante Black! - grito para ser escuchado - Tipo de sangre O+, viene un número de emergencias al cual llamar... - dijo observando el permiso - ¡Tarimo, ten, llama a su familia, diles que lo llevaran al Hospital General!

Tarimo, se acercó y tomó el permiso, luego se alejó unos pasos para hacer la llamada.

De pronto, algo llamó su atención. Bajo el asiento del copiloto sobresalía lo que parecía ser un libro. Se agachó y lo tomó, para su sorpresa era una pequeña libreta.

Mientras tanto, los paramédicos atendían al hombre del carro blanco.

- ¡Tenemos que llevarlo inmediatamente al hospital, corran, corran, corran! - grito un joven.

Con la víctima en la camilla comenzaron a correr por el lugar esquivando pedazos de los vehículos y cristales que había por doquier.

Al subirlo a la ambulancia fue conectado a varios aparatos. De pronto, comenzó a convulsionar.

Los paramédicos trataron de actuar de inmediato y le administraron unos medicamentos, pero se dieron cuenta que estaba entrando en crisis debido a los golpes sufridos.

- ¡Rápido está teniendo un paro cardíaco! - grito un paramédico.

- ¡Pásame las paletas! ¡Tendremos que resucitarlo aquí! - grito otro.

Un tercero acercó todos los implementes necesarios para salvarle la vida.

Uno de los que lo atendían le colocó las paletas en el pecho y presionó contra él, una corriente eléctrica salió de los aparatos e hizo que su cuerpo se levantara por la reacción, pero el monitor que vigilaba sus latidos seguía igual. No mostraba el pulso, lo estaban perdiendo.

- ¡Carga a 250! - grito otra vez el paramédico.

Lo intentaron de nuevo, debían salvar a aquel hombre.

Unos metros más allá, el bombero que había encontrado la libreta la abrió curioso.

"El infierno de Diamante" se leía en la primer hoja.

- ¡Qué raro! - pensó.

Comenzó a ojear la pequeña libreta, de pronto, lo que leyó lo dejó anonadado.

"El conductor se había quedado sin frenos y en su maniobra su carro chocó de frente al nuestro"

"Todo fue rápido, una milésima de segundo, lo único que puedo recordar son los hermosos zafiros de Star mirándome complacida mientras me decía "te amo", luego todo fue oscuridad"

Sobresaltado y tembloroso levantó la mirada hacia el hombre que estaban tratando de resucitar.

Por una milésima de segundo las acciones de los paramédicos tuvieron su recompensa.

La carga que le administraron logró que el monitor mostrara un latido, el cuerpo del paciente se levantó por la fuerza de la corriente eléctrica. De pronto abrió los ojos.

Sus miradas se cruzaron, una corriente igual a la que recibía la víctima del accidente, recorrió el cuerpo del bombero.

Sólo bastó esa milésima, para que ambos se dieran cuenta de lo que ocurría.

El sonido del monitor anunció la pérdida del paciente. Diamante Black había muerto.

𝕰𝖑 𝕴𝖓𝖋𝖎𝖊𝖗𝖓𝖔 𝕯𝖊 𝕯𝖎𝖆𝖒𝖆𝖓𝖙𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora