T/n una joven de 23 años de edad, vivía con una típica rutina que consistía en ir del trabajo a casa y ocasionales salidas. Harta de la monotonía de su vida cotidiana y de soledad que está implicaba, decidió adoptar a un pequeño felino para hacerle...
Por fin mi día libre había llegado y con el la cita con Hoseok. Durante estos días Suga se ha hecho más cerrado y enojon que nunca, cuando se acerca a Nam no sólo hace muecas de molestia si no que también le mata con la mirada.
Llegue a pensar que él era así con cada persona que conocía porque así lo hizo de igual manera al conocer a Hoseok, sin embargo lo descarte por una simple razón, lo que tenía hacía Hoseok eran celos y lo que puedo notar entre él y Nam es odio.
T/N:- Suga levántate, voy a salir - dije despertando al felino dormido en mi cama.
Ya estaba lista para irme. Me había vestido de una manera casual y linda, mientras que había dejado un desayuno hecho para Suga, él pobre trabajo mucho durante su primera semana en el café, por lo que en cuanto supo que tendría un día libre se dejó caer sobre la cama.
Logre despertarle pero se mantuvo en su forma de gato, me siguió hacia la puerta principal donde me despedí.
T/N:- Iré con Hoseok, trataré de no tardarme - dije agachando me para cargarle - te deje comida en la mesa y en la sala está mi número por si quieres algo, luego vuelvo - me despedí dejando un beso sobre su pequeña cabeza.
Me dio tanta risa ver su reacción cuando le bese, me recordó al video del gato al que le ponen una flor en la cabeza y se hecha para atrás. Salí del departamento para reunirme con Hoseok en el parque.
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Iba llegando al parque donde me reuniría con Hoseok y fue cuando recibí un mensaje de él donde me decía que le esperara un poco, ya que se le había atravesado algo, pero que no tardaría. Le mandé una respuesta afirmativa y tomé asiento en una de las bancas.
El parque estaba repleto de madres que traían a jugar a sus hijos, corredores por las banquetas y a muchos dueños paseando a sus mascotas, incluso mire a un oficial hablando con unos jóvenes acompañados de un niño pequeño. Pero el oficial pronto se iría.
Unos ladridos me asustaron. Obviamente se trataba de un perro y por suerte pude reconocer su raza, era un Golden Retriever.
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Su pelaje era hermoso y de un brillante color dorado muy característico de esta raza, me anime a acariciarle y enseguida correspondió a mi tacto moviendo la cola, revisé si poseía una correa o algo que me dijera su nombre, pero no la tenía. Mire alrededor en busca de algún dueño que le buscará, pero tampoco había nadie.
